Fuego es último poema que nos queda de mi abuelo. Lo escribió estando muy enfermo, y representa el profundo sentimiento de naufragio y desolación que ya por aquellas fechas le embargaba. Las utopías se desmoronaban, no quedaba espacio para los ideales, y la vida no era ya sino una sucesión de desventuras. Aún así, en todas las imágenes que nos quedan de él, siempre nos regala su sonrisa de luna morena.
Sus poemas son poemas de la voz robada, del silencio impuesto y la condena injusta . Emanan de la experiencia directa del DOLOR con mayúsculas, de la pérdida, de la desesperanza. Cuando los leo siento que rescato su voz, que la libero y que estoy junto a él, sentada donde nunca pude estarlo, a la orilla de un mundo más humano y más justo. Y él agarra mi mano, y me canta canciones, y me lee bellos cuentos, y me llena de besos. Y entre las cenizas de los desiertos calcinados, vemos como renacen los cerezos en flor…
¡ Fuego…!
Él es mi ídolo, sí, y al contemplarle
mi alma se extasía en su incremento,
entabla ruda lucha con el viento
y vence más cuanto más quiere apagarle.
Majestuoso la gestión comienza,
destruye, purifica e ilumina;
ahora en el llano, luego en la colina,
por doquier se le ve con gentileza.
Arrastra los palacios y las chozas,
todo lo mide equitativamente,
no respeta la hacienda del pudiente
quemando al par las zarzas que las rosas.
Postrado, como a rey te acojo
de lo existente y de lo ya existido;
y puesto que lo viejo es consumido,
prosigue tu labor, sea todo rojo.
Nubla del sol la grande semejanza
con las sombras de tu humo desprendido,
y véase entre espirales confundido
el espacio y la tierra sin tardanza;
no descanses, no duermas, purifica
lo creado de este lodazal inmundo,
y surja del solar desinfectado,
con otra humanidad, un nuevo mundo.
Manuel de la Peña Piñeiro.
14 de Mayo del 56
Poemario a dos voces. Ed.La factoría de ediciones