Tener dudas es humano, tener sueños, aunque sean racionalmente imposibles, también lo es.
Las dudas nos conducen a un desierto por el que no es sencillo caminar, en cambio los sueños nos elevan a un falso Nirvana, a un cielo inalcanzable e imposible donde, a veces, uno desearía quedarse para siempre.
La duda es más fuerte que los sueños y que la autoconfianza. Se viste con los harapos de nuestros miedos y nos paraliza, bebiéndose nuestro ánimo en tazas pequeñas y a sorbos decisivos. Se empeña en retenernos, en que no caminemos, en que no confiemos en nuestras posibilidades. Cuando la duda viene a visitarnos, nunca lo hace sola. A su lado trae compañeros de viaje como la decepción, el desengaño o la desidia. Y resulta muy dulce abandonarse, no hacer, dejarse llevar y que nada importe demasiado.
No hay sitio para los sueños en el yermo desierto de la duda, así que los dejo alejarse y me abandono …