Mi bella miliciana: retratos familiares (I)

Mi nombre es Manuel de la Peña Maestre, natural de Martos (Jaén), sanitario militar afincado en Larache, simpatizante de Izquierda Republicana. La noche del 17 de julio de 1936 un grupo de legionarios me sacan de mi casa cuando nos disponíamos a cenar. Se llevan a mi mujer y a mi hija embarazada a la cárcel de Málaga, y a mi hijo Manolo y a mí al cuartel de Larache. No volveremos a vernos nunca más. Tras un juicio rápido sin ninguna garantía somos condenados a muerte. Mi hijo consigue que se le conmute la pena por veinte años de prisión. Me fusilan la mañana del 7 de agosto. Doy ánimos a mi hijo.Sólo me preocupa la suerte de los míos.Nunca encontrarán mi cuerpo. Mi familia quedará separada para siempre. El ejército sublevado se quedará mis bienes. Nadie me hará justicia, historias como la mía serán olvidadas y silenciadas. Nunca, nadie, nada, no. Verdad, justicia, reparación.
©Marisa Peña, Mi bella miliciana.

Mi bella miliciana: Palabras preliminares.

«Hace un tiempo hablábamos en una tertulia familiar improvisada sobre el escaso espacio que ocupa la memoria republicana en la literatura y especialmente en la poesía. Muy pocos autores encuentran en el pathos del exterminio, las cunetas, las cárceles, los campos, el escarmiento y el exilio, un motivo, una línea temática, un eje vertebrador que articule un posible libro. Curiosamente el sufrimiento de los pueblos y su herencia familiar, el dolor heredado, la memoria de agua que podemos leer en las líneas calladas que recorren las manos de nuestros abuelos y de nuestros padres, tiene en sí mismo un enorme potencial literario. La shoá y su terrible legado no se agota en las generaciones que lo sufrieron, no se acaba en Celan o en Ana Frank. Pero el legado del pathos republicano no parece extenderse más allá de un puñado de novelas, películas, y la obra poética de los exiliados y de algunos escogidos autores que, en poemas concretos, conjuran sus propios fantasmas como víctimas de la represión franquista. Más allá de los nacidos en los años cincuenta del siglo pasado poco o nada… Hay casos, autores que indagan, que encuentran material poético en los cuerpos callados de las cunetas, en el recuerdo de una abuela que lloraba en silencio, en la imagen épica de una miliciana. Pero pueden contarse con los dedos de las manos, y no configuran una tendencia, o un movimiento. Si acaso un poema suelto, una pincelada en el tapiz inacabado de la memoria histórica republicana, de su incómoda insistencia, de su inagotable resistencia a pesar de los pesares( que son muchos). La poesía , que es mucho más que un simple género literario, que no es ficción en sí misma, sino sentimiento puro elaborado desde la distancia y la necesidad de trascender, sería, en mi humilde opinión, un perfecto odre donde resguardar parte de ese legado, de ese pathos común, de esa memoria que nos compete a todos, tengamos o no adn directamente implicado. Pero me temo que somos pocos, y estamos solos, y somos molestos.» ©Marisa Peña, Palabras preliminares. Mi bella miliciana

Julio, el mes más cruel.

Julio es, para las familias de las víctimas del franquismo un mes «horribilis». Vidas truncadas, casas vacías, familias separadas para siempre. Tapias, balas, juicios sumarísimos, fosas comunes, rejas, torturas…Julio, el mes de la infamia golpista, el mes de la gloria nacionalcatólica, el mes de los generales traidores y el principio de una distopía fascista que ni la Gilead de Atwood. Por un julio de memoria y verdad, de empatía y generosidad, de justicia y de reparación.

PD: En la foto de izqda a dcha mi bisabuelos Atilano y María, mi abuela Carmen y mi tío Rafael.

No claudicar

Olvidar es claudicar, así que si olvidamos, claudicamos y  traicionamos uno de los principales legados de nuestros familiares asesinados y represaliados: la resistencia. Hubo muchas formas de resistir, unas más activas y otras más pasivas pero todas igual de válidas. Tan heroico fue jugarse la vida en los montes, soportar las torturas sin delatar a los camaradas, organizar reuniones clandestinas, tejer redes de solidaridad entre las familias de los presos republicanos, repartir octavillas y esconder a los perseguidos,al igual que  heroico fue algo tan sencillo como no olvidar, contar la historia familiar, transmitirla, rescatarla del silencio impuesto, nombrar a los que debían ser nombrados y tejer el imprescindible hilo de la memoria que el régimen se empeñaba en destruir. Mi abuela tuvo siempre una memoria fantástica, que le permitió ser la guardiana de nuestra historia familiar, una historia más de las millones de historias de los republicanos que perdieron su lucha titánica y desigual contra el fascismo. Gracias a ella yo pude comprender quién era y de dónde venía. Porque su resistencia contra el olvido nos salvó a todos, a los vivos  y a los muertos, y nos ayudó a no claudicar.

©Marisa Peña

Mientras me quede voz (II)

Lo más emocionante de ayer noche no fue sólo escuchar mi poema en la serena y perfecta voz de mi querida y admirada Hilda Farfante Gayo. Lo más emocionante vino luego, cuando se visibilizó el drama de los republicanos represaliados y sus familiares. Cuando mi padre lloraba como un niño tras el teléfono, cuando mis hijos preguntaron por su historia, cuando la voz dormida de nuestros muertos se hizo pájaro y voló libre, a pesar de los insultos, los desprecios, el desinterés general y las infamias. Gracias a los que cuentan, a los que hablan, «recuérdalo tú y recuérdalo a otros…» Esta es mi trinchera y en ella me reconozco junto a los demás guardianes de la memoria. Sin ellos nada de esto sería posible. Hombres y mujeres dignos y valientes que saben de dónde vienen y a dónde quieren dirigirse. Esos, como diría B.Bretch, son los imprescindibles, y yo me enorgullezco de llamarlos amigos. Por ellos, por nuestros muertos, por los que recordamos, por los que recordarán un día: Salud.

Mientras me quede voz
hablaré de los muertos
tan quietos, tan callados,
tan molestos.

Mientras me quede voz
hablaré de sus sueños,
de todas las traiciones,
de todos los silencios,
de los huesos sin nombre
esperando el regreso,
de su entrega absoluta,
de su dolor de invierno.

Mientras me quede voz
no han de callar mis muertos.

Marisa Peña.

Mientras me quede voz.

Qué emoción saber que la maravillosa intervención de Hilda Farfante Gayo ha tenido tanta repercusión. La visibilización de las víctimas del franquismo necesita programas así y personas dignas y valientes que den voz a los que ya no pueden gritar su verdad. Gracias al Intermedio y a Hilda, y a los que se han parado a pensar y a sentir. Y gracias también a Ferrán Monegal, por sus palabras.

http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/mientras-quede-voz-monegal-4617167