Olvidar es claudicar, así que si olvidamos, claudicamos y traicionamos uno de los principales legados de nuestros familiares asesinados y represaliados: la resistencia. Hubo muchas formas de resistir, unas más activas y otras más pasivas pero todas igual de válidas. Tan heroico fue jugarse la vida en los montes, soportar las torturas sin delatar a los camaradas, organizar reuniones clandestinas, tejer redes de solidaridad entre las familias de los presos republicanos, repartir octavillas y esconder a los perseguidos,al igual que heroico fue algo tan sencillo como no olvidar, contar la historia familiar, transmitirla, rescatarla del silencio impuesto, nombrar a los que debían ser nombrados y tejer el imprescindible hilo de la memoria que el régimen se empeñaba en destruir. Mi abuela tuvo siempre una memoria fantástica, que le permitió ser la guardiana de nuestra historia familiar, una historia más de las millones de historias de los republicanos que perdieron su lucha titánica y desigual contra el fascismo. Gracias a ella yo pude comprender quién era y de dónde venía. Porque su resistencia contra el olvido nos salvó a todos, a los vivos y a los muertos, y nos ayudó a no claudicar.
©Marisa Peña
Que no callen mi voz ni rompan mi lápiz, para gritar y escribir.Libertad y justicia,Viva la Republica
No hay que olvidar a nuestras muertas ni olvidar sus palabras y deseos. Jamás.
D
Se hubieran necesitado muchas abuelas como la tuya. Yo tuve una a la izquierda y otra a la derecha. La de la izquierda soñaba con un mundo nuevo que nacía en la punta de sus dedos, justo cuando cumplía 21 años. Soñaba con los vestidos cortos y el charlestón. Soñaba con ser libre para amar, para bailar, para votar, para no ser una sumisa más como mi otra abuela. Pero las dos terminaron vestidas de negro. Qué bueno, Marisa, poder recoger el legado de tu abuela de tu puño y letra.