Mi bella miliciana: Palabras preliminares.

«Hace un tiempo hablábamos en una tertulia familiar improvisada sobre el escaso espacio que ocupa la memoria republicana en la literatura y especialmente en la poesía. Muy pocos autores encuentran en el pathos del exterminio, las cunetas, las cárceles, los campos, el escarmiento y el exilio, un motivo, una línea temática, un eje vertebrador que articule un posible libro. Curiosamente el sufrimiento de los pueblos y su herencia familiar, el dolor heredado, la memoria de agua que podemos leer en las líneas calladas que recorren las manos de nuestros abuelos y de nuestros padres, tiene en sí mismo un enorme potencial literario. La shoá y su terrible legado no se agota en las generaciones que lo sufrieron, no se acaba en Celan o en Ana Frank. Pero el legado del pathos republicano no parece extenderse más allá de un puñado de novelas, películas, y la obra poética de los exiliados y de algunos escogidos autores que, en poemas concretos, conjuran sus propios fantasmas como víctimas de la represión franquista. Más allá de los nacidos en los años cincuenta del siglo pasado poco o nada… Hay casos, autores que indagan, que encuentran material poético en los cuerpos callados de las cunetas, en el recuerdo de una abuela que lloraba en silencio, en la imagen épica de una miliciana. Pero pueden contarse con los dedos de las manos, y no configuran una tendencia, o un movimiento. Si acaso un poema suelto, una pincelada en el tapiz inacabado de la memoria histórica republicana, de su incómoda insistencia, de su inagotable resistencia a pesar de los pesares( que son muchos). La poesía , que es mucho más que un simple género literario, que no es ficción en sí misma, sino sentimiento puro elaborado desde la distancia y la necesidad de trascender, sería, en mi humilde opinión, un perfecto odre donde resguardar parte de ese legado, de ese pathos común, de esa memoria que nos compete a todos, tengamos o no adn directamente implicado. Pero me temo que somos pocos, y estamos solos, y somos molestos.» ©Marisa Peña, Palabras preliminares. Mi bella miliciana

Acercándonos al feminismo.

La primera ola del feminismo vino de la mano de la francesa Olympe de Gouges y tuvo como objetivo que la mujer fuera nombrada y reconocida como ser humano y como ciudadana  en la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano en plena revolución francesa.

Para ello tuvo la osadía de escribir una Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana. Fue guillotinada.

Nombrar a la mujer, exigir su existencia, porque sólo somos cuando el otro nos nombra.He ahí su delito.

Y no, no es cosa baladí. No nombrar una realidad es negar su existencia y con ello su problemática.Utilizar eufemismos para nombrar la realidad en torno a la mujer física y biológica era, y aún es, un tema muy enjundioso: la mujer no pare, «da a luz»;no menstrúa «tiene el período» o » la regla» o está » en esos días»;no amamanta, «da el pecho», no es vehemente o está harta , es «histérica». Sólo lo que se nombra puede ser conocido, comprendido y estudiado. Y aquí se enmarcaría el propósito de Olympe que le llevó a la muerte: las mujeres, las ciudadanas, existen y no pueden ni deben ser borradas en su singularidad como sujeto político condenado a un rol pasivo de género por su sexo biológico.

Olympe, mujer y ciudadana, fue guillotinada. Sigamos avanzando y conociendo, para poder comprender y posicionarnos. Que su muerte no fuera en vano.

Julio, el mes más cruel.

Julio es, para las familias de las víctimas del franquismo un mes «horribilis». Vidas truncadas, casas vacías, familias separadas para siempre. Tapias, balas, juicios sumarísimos, fosas comunes, rejas, torturas…Julio, el mes de la infamia golpista, el mes de la gloria nacionalcatólica, el mes de los generales traidores y el principio de una distopía fascista que ni la Gilead de Atwood. Por un julio de memoria y verdad, de empatía y generosidad, de justicia y de reparación.

PD: En la foto de izqda a dcha mi bisabuelos Atilano y María, mi abuela Carmen y mi tío Rafael.

En fin…literatura.

Al principio de cada curso les explico a mis alumnos, especialmente a los de literatura universal, que no todo lo que se vende con formato de libro es literatura. La literatura es un ancla, una huella profunda, un surco que araña un tiempo y lo trasciende, una emoción compartida que se transmite a lo largo de los siglos. Un texto literario no es un producto perecedero, una moda, un pañuelo de usar y tirar. La literatura no es un trampolín para la fama ni una alfombra roja para los que necesitan ser admirados. Es una patria común, un lugar al que ir y regresar una y otra vez, un refugio, un catalejo, un laberinto, un aprendizaje, un descubrimiento. Y no lo es sólo porque lo digan los estudiosos de ella, que también, sino porque el tiempo, ese» gran escultor » que diría la Yourcenar, pone cada cosa en su lugar y sobrevivir a su implacable paso es una prueba de fuego. Eso y la emoción, la conmoción y el desasosiego que nos produce un texto bien escrito. » En fin, literatura…» nos dijo Cortazar. Nada más, nada menos.Imposturas, las justas.

No claudicar

Olvidar es claudicar, así que si olvidamos, claudicamos y  traicionamos uno de los principales legados de nuestros familiares asesinados y represaliados: la resistencia. Hubo muchas formas de resistir, unas más activas y otras más pasivas pero todas igual de válidas. Tan heroico fue jugarse la vida en los montes, soportar las torturas sin delatar a los camaradas, organizar reuniones clandestinas, tejer redes de solidaridad entre las familias de los presos republicanos, repartir octavillas y esconder a los perseguidos,al igual que  heroico fue algo tan sencillo como no olvidar, contar la historia familiar, transmitirla, rescatarla del silencio impuesto, nombrar a los que debían ser nombrados y tejer el imprescindible hilo de la memoria que el régimen se empeñaba en destruir. Mi abuela tuvo siempre una memoria fantástica, que le permitió ser la guardiana de nuestra historia familiar, una historia más de las millones de historias de los republicanos que perdieron su lucha titánica y desigual contra el fascismo. Gracias a ella yo pude comprender quién era y de dónde venía. Porque su resistencia contra el olvido nos salvó a todos, a los vivos  y a los muertos, y nos ayudó a no claudicar.

©Marisa Peña