Literatura e ideas

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¿Es posible separar totalmente la obra de un escritor de sus ideas? ¿Influye la tendencia ideológica del autor, su forma de entender el mundo y la sociedad, y su modo de interrelacionarse con su contexto, en la forma o en el fondo de la obra literaria? ¿Podemos aislar una obra de su autor? ¿Y a un autor de su propio tejido ideológico, de sus creencias de sus opiniones, de la época que le tocó vivir? ¿Puede un excelente escritor ser una persona deplorable, o sin llegar a ese extremo simplemente insoportable, o antipático, o desagradable en el trato? ¿La simpatía o antipatía que nos provoca tal o cual escritor influye en nuestra valoración o estima de su obra? ¿Sólo es ecritor aquel que consigue publicar uno o más libros? ¿Hay autores más universales que otros, autores que transcienden sus coordenadas espacio temporales ( su cronotopo que diría Batjin)? ¿Qué buscamos en la obra literaria: evasión, entretenimiento, belleza, enriquecimiento personal, conocimiento, reconocimiento, compromiso? ¿Por qué algunos autores nos conmueven profundamente y otros nos dejan indiferentes? ¿Es cuestión de forma, de fondo, de ideas…?
La literatura puede ser abordada desde muchas perspectivas. Al igual que ocurre con una cebolla ( y esto es un homenaje de mi subconsciente a Miguel Hernández y a Neruda…) podemos sólo pelarla y olerla, o decidirnos a seguir profundizando, capa por capa, hasta llegar a su corazón, y, una vez allí, hay a quien le da por llorar y quien decide seguir cortando… La manera de cortarla también difiere: en rodajas, a gajos, en cuadraditos. Y después está lo que decidamos hacer con ella: envasarla, cocinarla, aderezarla, mezclarla. Como decía Cortazar «en fin…literatura». Y vosotros, ¿qué contestaríais a estas preguntas?

El hilo de los afectos

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A veces la vida se empeña en abrir y cerrar puertas con esa extraña suerte de arbitrariedad que gusta mostrar a veces, y nos hace sentir que, incuso en pleno invierno, a uno le puede sonreír la primavera. Hoy quiero dar las gracias al profesor Argentino Alejandro Lunadei, por reconocer mi labor y mi empeño en recuperar la memoria. En mi nombre y en el de los míos, y en el de todos los que fueron obligados a callar o a marchar lejos, le doy las gracias por mencionarnos, por recordarnos, y por enredar su memoria y la mía con el firme hilo de los afectos.
Quiero también agradecer la mención que me hacen en sus blogs Marta Navarro (Entrenómadas) y Luis Spencer. A todos ellos gracias por recoger mi voz y tejer conmigo ese hilo de la memoria del que, queramos o no, todos formamos parte.

Diciembre

¿Todos tenemos miedo alguna vez? ¿Todos sentimos el frío diciembre helando nuestro corazón…? ¿Hay, realmente, quien no siente nada, más allá de su propio dolor o de su propia náusea de egolatría, quien cierra los ojos al dolor ajeno, quien camina cada día sin oír los gritos de los otros, de los que sufren? ¿Hay quien es capaz de negarle la paz y la palabra a los que ya no tienen fuerza para pedirla?
Diciembre se dispone a desplegarse y «hay quienes se desmueren y hay quienes se desviven», hay quienes se abrigan y quienes no encuentran abrigo. Hay quienes se sienten importantes y quienes se saben olvidados, quienes se preparan para practicar la caridad y quienes sólo piden justicia. Hay quienes desconfían de los halagos y quienes agradecen una palabra de afecto o un gesto desinteresado. Hay quienes desprecian unas manos tendidas y quienes mendigan amor por las esquinas.
A veces, para huir del miedo y el frío, nos dejamos seducir por falsas luces de colores e ignoramos la aurora boreal. Y nos quedamos escuchando voces ajenas, cantos de sirenas, coros de ángeles que pronuncian una extraña lengua que no conocemos, y seguimos embriagados al virtuoso flautista, acallando la voz profunda y sincera de nuestro propio corazón.

No sellaréis mi voz

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Vosotros, descendientes,
heredaréis la voz amurallada,
la despojaréis de todas las cadenas,
la gritaréis al viento,
y la lanzaréis de nuevo a la mañana.

Sanarán las heridas,
ya no habrá más rencores.
Se abrirán las ventanas.
Entrarán los silencios
y saldrán las palabras.

Marisa de la Peña. Poemario a dos voces. «La voz libre» ed. La factoría de ediciones

Mi familia nunca me habló para inculcarme odio ni venganza, sólo para revelarme la verdad, su verdad, la que otros, desde sus posiciones de poder y gloria les obligaron a mantener callada y oculta. Porque la verdad, como dice el Evangelio, «nos hará libres», y el silencio, por muy conciliador y apaciguador que parezca, sólo alimenta el miedo y consume los corazones de los que callan.
Comprendo a los que prefieren guardar silencio, porque no todas las situaciones fueron iguales, y hubo quien pudo rehacer su vida y restañar sus heridas al calor del hogar y del mutismo familiar, pactado para no sufrir y no hacer sufrir a los que vinieran; pero que también comprendan a los que no quisieron hacerlo y a los que no queremos hacerlo ahora. Para algunos el silencio fue un bálsamo, un refugio para olvidar. Otros no pudieron hacerlo porque no les dejaron pasar página, porque les negaron la casa, la hacienda, la patria, el derecho a ver crecer a sus hijos y a sentarse con ellos, a olvidar…

Max Aub: un escritor olvidado

Hoy quiero ceder mi voz a Pedro Sáez Serrano , que ha publicado un interesantísimo artículo sobre Max Aub y lo que él denomina su «exilio infinito«: Max Aub, o la urgente necesidad de dar fe y comprender. Reproduzco aquí un pequeño fragmento y os invito a que leáis el artículo en su totalidad.
«Sí, la escritura es un arma leve si la enfrentamos a la dureza de un blindado, pero es un arma del tiempo, capaz de anular al tiempo y hacer que la historia y la vida sean recreadas infinitas veces, y que los personajes literarios, esos fantasmas de palabras, sean seres en lucha sorda contra el olvido. O quizás no, porque no siempre lo que es bello y justo se impone sobre lo que no lo es. Así, Max Aub, un escritor apenas conocido, todavía habitante de un exilio infinito, incómodo para unos y otros, postergado, con una obra que durante decenios ha sido difícil de encontrar en las librerías. Construida la restauración democrática sobre la desmemoria, la impunidad y la mentira, apenas hay sitio en ella para una sinceridad y una denuncia radicales como la suya.»
Por mi parte poco puedo añadir a este excelente artículo. Sólo dar las gracias a Pedro por aportar su voz amiga a este pequeño rincón de palabras enredadas.

PD. Este es el conmovedor final del artículo que no aparece en la versión digital y que me ha hecho llegar su autor.

El escritor Max Aub va a ver a sus padres
Cuando Aub llegó a México en 1942, se reunió allí con parte de su familia, pero no con toda ella: sus padres seguían en Valencia. Siendo imposible para Aub viajar a España, intentó reunirse con ellos en Francia. Sin embargo, Francia no le concedió el visado hasta 1956. Debido a que en los archivos policiales de la IV República existía la ficha de un peligroso fugitivo rojo y judío llamado Max Aub (Kafka otra vez, Kafka siempre). Aub no volvió a ver juntos a sus padres. Su madre murió en 1962. El estaba en México. Escribió sobre ello en su diario: “No habiendo estado con ella, enterraré a mi madre muchas madrugadas. Que nadie me hable de ella”. Y también escribió (él, el tipo que había perdido exactamente tres guerras consecutivas): “Nos hemos quedado en el camino; pero éste es el camino”.

Otoño con Lorca (II)

“Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos”

Mi primer descubrimiento literario cuando llegué a la universidad fueron los Sonetos del amor oscuro. Ya conocía al Lorca del Romancero gitano y de Poeta en Nueva York, pero los Sonetos y el Diván del Tamarit marcaron, junto al museo de Arte Contemporáneo y a Silvio Rodríguez, aquel otoño de 1986.
Los versos de Lorca se fueron enredando con aquellos días de descubrimientos, de presagios, de promesas…
Y así, los versos y las vivencias van unidos irremediablemente:”Noche arriba los dos con luna llena”, (y la lluvia en los parques) ,”llorabas tú por hondas lejanías”, (y los soportales de Moncloa), “ Tengo miedo a perder la maravilla de tus ojos de estatua”, (y las paradas de autobús), ”En vano espero tu palabra escrita”, (y una chaqueta negra), ”No me dejes perder lo que he ganado”, (y un abrigo rojo), “Quiero llorar mi pena y te lo digo”, (y una bufanda gris), ”para que tú me quieras y me llores” ( y un cálido abrazo), ”con un puñal, con besos y contigo”, (y unas manos temblorosas),” Esa guirnalda, pronto, que me muero”, (y unos labios recién encontrados) ,” Pero pronto, que unidos, enlazados”, (y un deseo detenido en un espejo) ,“boca rota de amor y alma mordida/el tiempo nos encuentre destrozados”.

Al igual que las magdalenas de Proust, cada vez que releo los sonetos o las casidas, vienen a mí los recuerdos como una bandada de aves migratorias, que , dejando atrás el frío del olvido, regresan a los cálidos humedales de la memoria.

Otoño con Lorca (I)

Lo más indignante del caso del poeta Luis García Montero, no es que deje la universidad de Granada, ni que la opinión pública ande dilucidando si debería o no haber proferido tal o cual insulto, o si debería haber guardado las formas y no dejarse provocar, o si es un protegido de tal o cual medio de masas, o si es una simple pataleta pública, o si se ha vendido al capitalismo por usar la palabra escaparate en sus poemas (sic)… En fin, a mí lo que realmente me preocupa es que estudiosos de la literatura llamen fascista a Lorca; más concretamente, digan que su obra es un reflejo burgués que alimenta el entramado ideológico del que se nutrirá el fascismo. Ese enfoque es un despropósito de dimensiones tan grandes que los que hemos estudiado a fondo su vida y su obra, y hemos leído todos sus artículos, sus discursos de inauguración de bibliotecas, sus entrevistas, su correspondencia, sus poemas o sus prosas, no podemos por menos que indignarnos ante tamaña falsedad académica, por mucho que el autor se ampare en su derecho a defender cualquier teoría. Me entristece que desde las aulas universitarias, se retuerza y se emponzoñe un legado poético de tal altura, belleza y autenticidad amparándose en la aplicación de enfoques reduccionistas, dogmáticos, maniqueos y desvirtuadores de la grandeza de aquel hombre al que tanto quisieron y admiraron Machado, Miguel Hernández, Neruda, Alberti y otros muchos intelectuales y artistas, antifascistas e incluso revolucionarios y promarxistas de su época. En fin, si podemos buscar con lupa todo lo que no sea estrictamente ortodoxo, todo es susceptible de nuevos análisis y cualquier teoría es posible.
A pesar de todo nos quedan sus palabras que vuelan por encima de las cenizas de la infamia, por encima de los críticos ( estructuralistas, formalistas, historicistas, sociólogos de la literatura, estilistas, semiólogos…) y de otros posibles revisionistas de uno u otro pelaje , que insultan y emponzoñan la memoria de los que ya no están, buscando estéticas neopopularistas y coqueteos con el fascismo donde jamás hubo sino vocación artística, y entrega a la literatura por encima de todo.
Mi lectura de Lorca, exhaustiva y pormenorizada, nunca me hizo dudar de su profunda humanidad, su rechazo a la violencia fascista y su profundo respeto por la libertad de todos los colectivos y de todas las personas. Yo, que he sido educada en el librepensamiento, la tolerancia, la aversión por la injusticia, por los totalitarismos, por las barbaries, la violencia y los dogmatismos, en un entorno poco o nada sospechoso de fascismo, en una familia diezmada, perseguida, amordazada y represaliada por dicho régimen, nunca encontré en sus escritos un ápice de Futurismo deshumanizado a lo Marinetti, ni una exaltación de la fuerza o la patria, o el señoritismo andaluz del que se nutrieron las filas falangistas y ultraderechistas de preguerra. Nunca apoyó la dialéctica de los puños y las pistolas, nunca tuvo más afán que el de llevar el arte y la cultura a todas las clases sociales y defender la lectura, la creación de bibliotecas públicas y volar, alto y libre, por encima de todas las falacias, de la moral caduca y conservadora, y de los espíritus ramplones y pedantes. Yo saco mis conclusiones leyendo a Lorca y a García Montero, y sintiendo sus palabras en mis venas.
Quedémonos con las palabras, con los versos maravillosos de nuestros dos poetas y abandonemos al olvido, que es la más cruel de las derrotas, a los que no merecen ni ser nombrados.

BAJO LA LUZ QUEMADA…

Bajo la luz quemada,
tienen frío los ojos con que buscas
estas horas de octubre
y su jardín manchado de ginebra,
hojas secas, silencios
que de nosotros hablan al caerse.

Porque si ya no existe,
aunque nadie se ocupe de sus solemnidades,
hay noches en que llega la verdad,
ese huésped incómodo,
para dejarnos sucios, vacíos, sin tabaco,
como en un restaurante de sillas boca arriba
ya punto de cerrar.
-Nos están esperando.

Nada sé contestarte,
sólo que soy consciente de mi propia ironía,
porque el hombre es un lobo también consigo mismo
-Nos están esperando.

Negras y en alto, buitres silenciosos,
nos esperan las nubes en la calle.

Luis García Montero

ALMA AUSENTE

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
(…)
F. Gª Lorca

Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus montes de cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se olvidan
y donde caeremos todos
en la última fiesta de los taladros.
Os escupo en la cara.

F.García Lorca

Los poetas cantan. Los buitres carroñeros, sólo saben graznar, y volar en círculos esperando que otros despedacen a su presa para llevarse sus imposibles restos…

Derechos humanos

«No basta que callemos, y además no es posible…» Luis Rosales.

Vivimos en un extraño país en el que resulta más cómodo ser verdugo, que juez o víctima. «Aquí nunca se hará justicia…» Las mañanas de algunos sábados de mi infancia subíamos, como muchos madrileños, a la Sierra de Madrid, a Guadarrama, a Cercedilla, en busca del frescor y el oxígeno que la capital nos negaba. Nosotros siempre llegábamos más tarde que los demás porque mi padre daba un tremendo rodeo para evitar pasar por El Valle de los Caídos (Cuelgamuros lo llamaban ellos…). Atrás dejábamos aquella cruz que se cernía amenazadora sobre el paisaje, y que ensombrecía el rostro de mi abuela y hacía que mi padre masticara entre dientes frases que yo no lograba descifrar. «Aquí nunca se hará justicia…» de esa frase sí que me acuerdo. Y de que mi abuela me apretaba la mano con fuerza mientras su mirada triste se perdía por caminos que conducían a un antiguo dolor, a una cicatriz que yo heredé más tarde cuando supe por qué nunca visitábamos aquel lugar, ni siquiera de paso… Los derechos humanos no prescriben en la memoria de los que han sufrido ni de aquellos, que amándolos, los han visto sufrir. Las lágrimas de mi abuela, los juramentos contenidos de mi padre, las viejas fotos donde mi abuelos y mis bisabuelos sonríen ajenos a todo lo que se les venía encima, y las miles de historias, los miles de rostros desconocidos que sufrieron durante décadas la humillación, el silencio, la sinrazón, la barbarie, la venganza programada y sistemática, no prescriben. Los niños judíos con su pijama de rayas mirando entre las rejas de los campos de concentración, no prescriben. Las caravanas de exiliados cruzando las fronteras arrastrando penas y maletas, no prescriben. Los presos torturados esperando la muerte en celdas nauseabundas, no prescriben. Los niños arrancados de sus madres y entregados a familias afectas al régimen de turno, no prescriben. El miedo cocinado a fuego lento durante años no puede prescribir. Pasemos página, sí, dejemos descansar a los muertos, sí. Pero leamos todos juntos la página para poder pasarla, con tolerancia, con respeto, con compasión y empatía por los que han sufrido; y luego, que cada uno descanse todo lo en paz que le permita su conciencia.

Jorge Manrique

Ved qué congoxa la mía…

Ved qué congoxa la mía,
ved qué quexa desigual
que m’aquexa,
que me cresce cada día
un mal, teniendo otro mal
que no me dexa.
No me dexa ni me mata,
ni me libra ni me suelta
ni m’olvida,
mas de tal guisa me tracta
que la muerte anda revuelta
con mi vida.

Jorge Manrique
Jorge Manrique es uno de esos poetas que nos acompaña desde nuestra primera lectura escolar; ésa en la que, con cierta torpeza, intentábamos comprender aquello de que la vida se nos va como un río, y que todos fluimos irremediablemente hacia el mar de la Muerte. Mientras procurábamos asumir nuestra caducidad, cosa harto difícil cuando se tienen quince años, los versos de Manrique, sonoros, graves, contenidos, se nos colaban por las junturas del alma y se hacían un hueco, y se acomodaban para siempre en nuestra memoria («Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar/ que es el morir…»).
El eco de aquellas coplas de pie quebrado, que aprendíamos por primera vez en un tiempo de juventud plena, en el que conjurábamos a la muerte con amores, canciones y saltos al vacío, se quedó allí alojado en el recuerdo y vuelve, sigue volviendo, cuando la muerte llama a nuestra puerta «tan callando»…
Pero el Manrique severo de la elegía no eclipsa al Manrique que maneja con maestría los temas y las formas de la lírica cancioneril. Y a pesar del formulismo inevitable, y de cierta impostura literaria que conlleva el cultivo de esta poesía, hay en él un sello de autenticidad, de verdad profunda que transciende el mero juego literario, la filigrana lingüística puesta al servicio del arte del buen trovar. Algo que nos emociona, nos inunda, produciéndose así la necesaria identificación con el poeta, mejor dicho, con el poema y con la voz poética que desde él nos habla y nos conmueve. Y no podemos sino deternos un momento, y dejarnos llevar.
Y sentimos entonces esa misma congoja, esa queja desigual ese dolor de siempre y de todos, y de nadie… y la muerte y la vida, en eterno combate. En fin, nada más, nada menos, que poesía…

Elegía de invierno

Aquí os dejo el tema de Cinema Paradiso que me inspiró este texto y que, si queréis, puede acompañar vuestra lectura.

A mi abuelo Manuel, que se fue sin saber de mí, y ni siquiera pudo ver el tímido regreso de la primavera después del largo invierno que le toco vivir… Por él yo respiro ahora todas las flores, y hago, de la palabra libre, mi única bandera.

» se me ha muerto como del rayo…»
M. Hernández

Como del rayo sí, como del rayo
le arrancaron de aquellos que le amaban,
una fría mañana de febrero
(dolor de invierno, lluvia en los semblantes,
gafas oscuras arrastrando el paso
camino del pequeño cementerio…)
Una vida truncada, en blanco y negro,
daguerrotipo cruel de una derrota.
No pudo con las penas su persona.
Se apagó su sonrisa entre barrotes,
se marchitó la savia de sus venas,
y lloraron su muerte
los álamos del río
que conduce a la casa de la infancia.
Con él se fue el olor a hierbabuena,
a azahar, a tomillo y a albahaca.
Con él se fue la risa,
las mariposas blancas en su pelo,
los tangos de Gardel, y las mañanas.
Con él se fueron todas las palomas
y el aire se hizo denso, irrespirable.
Su voz de plata y luna
se quebró para siempre.
Las madres tejedoras,
envueltas en harapos
de odio eterno y venganza,
cortaron sin piedad el frágil hilo
que le ataba a los suyos,
a la vida de escarcha,
de flor nocturna y frágil
que le tocó vivir.
Se lo quitaron todo,
la hacienda, la alegría,
la honra, la esperanza.
Le quedó la palabra, la poesía.
y escribiendo, escribiendo
se fue volviendo agua,
se fue volviendo humo,
transparente papel, hoja caduca.
Se murió en hombre digno,
con su sonrisa puesta y sus ropas humildes,
en su pequeña casa,
con un viento invernal
y un profundo desánimo.
Una triste mañana de febrero,
en un Madrid tendido hacia el futuro,
se abandonó a la muerte…
Cansado de esperar la primavera.