Cuando me asaltan las necesarias dudas o vienen a visitarme las incertidumbres, junto con los quizás, los para qué y los nunca más; cuando se alojan sin pedir permiso los titubeos, las indecisiones, las vacilaciones, los reparos, los recelos, las reticencias y la siempre «malvenida» desconfianza, entonces, sólo entonces, acude en mi ayuda el Decálogo más uno para escritores principiantes de J. C. Onetti.
I
No busquen ser originales. El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo.
II
No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Éste sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo.
III
No traten de complicar al lector, ni buscar ni reclamar su ayuda.
IV
No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa.
Ni siquiera en el lector hipotético.
V
No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escriban siempre
para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar.
VI
No sigan modas, abjuren del maestro sagrado antes del tercer canto del gallo.
VII
No se limiten a leer los libros ya consagrados. Proust y Joyce fueron despreciados cuando
asomaron la nariz, hoy son genios.
VIII
No olviden la frase, justamente famosa: dos más dos son cuatro; pero ¿y si fueran cinco?
IX
No desdeñen temas con extraña narrativa, cualquiera sea su origen. Roben si es necesario.
X
Mientan siempre.
XI
No olviden que Hemingway escribió: «Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela,
que viene a ser lo más bajo en que un escritor puede caer.»
JUAN CARLOS ONETTI Uruguay, 1909 – 1994
Luego, una vez leído y releído, dejo pasar la angustia de saberme pequeña en este mar de letras; y sigo nadando, sin miedo a ser devorada por los peces más grandes, o ninguneada por los más soberbios. Simplemente nado y me siento feliz.