Victoria estival

Vencerá ya el verano, con su lenta pereza, a la siempre inestable primavera… Se sabe tan pleno, tan lleno de promesas, tan jubiloso, que anuncia los placeres de su largo solsticio, ese que hace eternos los días y anheladas las noches, vestido con sus galas de lujuria estival y descanso merecido.
Y le siento llegar, respirando en mi oido su cálido aliento milenario, prometiendo que las horas pasarán lentamente, jugueteando con todos mis sentidos, y despertando todos mis deseos. Yo sé que ha desplegado sus encantos y ahora luce , orgulloso, su merecida victoria pasajera.
Viene hasta mí con su olor a mar y cielo limpio, con sus noches de brisa y su sabor salobre, con las separaciones y los reencuentros, con los lugares nuevos y los ya conocidos, con el verde intenso y el azul detenido,con la espiga de oro y los prohibidos frutos de árboles improbables.
Y le dejó que venza, que inunde cuanto soy y cuanto me rodea, porque el ciclo se cumple y es hora de dejarnos acariciar por el sol.

Palabras de amor

«Ellos son dos por error que la noche corrige» E. Galeano

«Paraules d’amor senzilles y tendres…» J.M. Serrat

A todos los que, por una u otra razón, han dejado en el hueco de mis manos hermosas palabras…

Las palabras de amor, como tristes migajas, se le cayeron de sus manos abiertas, mientras ella, siempre atenta, las recogía con tacto trémulo.
Buscaron el deseo a tientas por sus cuerpos, atraparon la luz por las rendijas y persiguieron sus besos como palomas ciegas.
Rieron sin pudor, doblaron las esquinas, afrontaron las dudas, arrugaron las sábanas, mancharon los manteles… Y con cada café de la mañana, las palabras sabían dulces y amargas (aciertos, errores, despistes, franquezas…).
Poco a poco aprendieron que, en el juego de ser dos en busca de uno sólo, no todas las palabras son palabras de amor… Pero que, aun así, merecía la pena detenerse a escucharlas.

Pasar página (III)

Fueron tiempos convulsos, en los que convivieron la ilusión y la rabia, la esperanza y el miedo, la cólera y la entrega, el Cierzo y el Mistral.
Luego llegó la guerra, que todo lo permite, y la supervivencia se impuso a la cordura.
Después, sobre tierra quemada y muertes incontables, por fin llegó la paz… la de los cementerios, la de la venganza, la de la impunidad, la delación y el miedo. Perder no era una opción, era una pesadilla. Someterse, callar, aprender a pasar desapercibido. No significarse: esa era la clave. Que nadie te vea, que nadie te escuche, que nadie repare en ti. Aquella era su España y en ella, no cabían los disidentes. Formar parte de la resistencia clandestina a la dictadura era una heroicidad que, hoy en día, no alcanzamos a comprender.

Una parte de mí hubiera preferido que  mis abuelos no hubieran formado parte de ella, que se hubieran mimetizado con el resto, que hubieran luchado por sobrevivir, aunque fuera sin dignidad. Pero nada puede ser cambiado. Esa fue su elección, y yo perdí a mi abuelo, pero aun así entiendo su sacrificio, su entrega, su decisión. Creer que otro mundo es posible, y que la justicia y el derecho le pertenecen a todos por igual, era motivo suficiente para entregar la vida y la libertad. Y así lo hizo…

Yo, desde mi presente, le otorgo mi palabra y dejó aquí mi testimonio, para que perdure y quede constancia. En lo que a mí respecta, abuelo, nada fue en vano.

Pasar página (II)

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Hace ya mucho tiempo, me propuse regalarles a los míos lo que la historia les había negado: la voz y la memoria.No dejaría que el silencio y el olvido ganarán la partida.
Habrá quien piense que llevo una pesada carga, pero no podría estar más equivocado. Los recuerdos de familia son el más preciado legado que alguien puede recibir. Su historia es mi historia, y mi voz es la voz amurallada de los míos. Me siento unida a ellos por un cordón umbilical de amor y de recuerdos, y así, los llevo siempre conmigo. Porque soy a la vez madre, hija, nieta y bisnieta… Y el amor que me dieron no se marchó con ellos, vive en mí y vivirá en los que yo amo («serán cenizas mas tendrán sentido/polvo serán más polvo enamorado)

Pasar página

Es fácil olvidar para el que no ha sufrido. Es tan fácil decir que los recuerdos duelen, que es mejor apartarlos, esconderlos, cubrirlos de sal, de tierra, de ceniza. Cuando no se ha sufrido es muy fácil decirle al que lo ha hecho que no vale de nada hurgar en el pasado, que lo deje pasar, que olvide, que camine…
Lo difícil es sentarse  a la orilla del que sufre y sufrir a su lado un dolor que no nos pertenece; imaginar lo que no se ha vivido. Pensar en un mundo gris que no es el nuestro, en el que reinan el silencio y el miedo, en un invierno largo de hambre y desesperanza; en días que son años, en años que son lustros, en lustros que son décadas.
Es fácil pasar página… sobre todo para los que no tienen cicatrices, ni números grabados, ni muertos en las cunetas, ni familiares desaparecidos, ni hijos arrebatados, ni abuelos que lloraban cada noche, cuando creían que nadie podía escucharlos.

Batallas perdidas.

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Estoy cansada de mirar el mundo, de aferrarme a las causas imposibles, de seguir confiando, de ofrecerme, de darme sin recelos, de abrazar sin reparos.
Estoy cansada…
El camino es largo.Y ya no me acompañan los de entonces. Sólo las cicatrices y las sombras me recuerdan aquello que fue un día, pero ya no ha de ser.
Estoy cansada…
Serenamente acepto lo perdido, asumo, me conformo, me dispongo a olvidar lo inolvidable. Me pesará ese olvido sobre el pecho, pero hay quien no merece ser recordado más.
Honradez, confianza ciega y alegría, ese esqueje me donaron mis mayores, lo plantaron muy hondo en mis entrañas (en el más puro sentido machadiano).
Pero ahora estoy cansada… la decepción es una flor amarga que crece más si la planta un amigo. Quiero sentarme y no esperar ya nada inesperado. Y descansar, al fin, después de la batalla.

Después de las guerras…(II)

Que en las guerras no hay malos ni buenos, sólo víctimas
es un viejo adagio que todos sabemos…

Pero, cuando la guerra acaba,
hay vencedores y vencidos,
y unos arrastran a los otros por el fango y la sangre
y se regodean en su sufrimiento,
como plato final de su victoria
(fría venganza en corazones de piedra).

Y la derrota sabe a desesperanza
y a amargura, gota a gota tragada
(hora a hora,
día a día
año a año).

Lo saben los galos,
y los íberos,
y los troyanos
y los nubios,
y los cátaros…
y muchos españoles.

1) ADAGIO. (Del lat. adagium.) m. Sentencia breve, generalmente moral. II Proverbio.

Una nube recorre Europa

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Negras tormentas agitan los aires…
Una nube de ceniza recorre Europa, la Europa democrática, de conciencia tranquila, estómagos agradecidos y necesidades cubiertas. Una nube recorre Europa.Una nube oscura e imparable.
Y con ella ha venido un oscuro presagio, una negra incertidumbre, un extraño y aciago presentimiento.Y nos invade, anida en las esquinas de una memoria antigua, heredada, agazapada, latente, dispuesta, por fin, a despertar…

El don de la palabra (II)

A mi abuela, que me enseñó el valor de la palabra…

La pequeña escritora lloró. Se había cansado de emborronar las hojas tristes de su cuaderno para que nadie las leyera. ¡Nunca más volvería a escribir! Era una decisión irrevocable, (o casi…). Así se lo anunció a su madre mientras ésta, que pelaba patatas en la cocina con aire distraído, asentía con gravedad fingida a sus preguntas. «Pero cariño,-le dijo suavemente– por mucho que te empeñes, tú nunca podras dejar de escribir». » ¿Y tú por qué lo sabes?»- preguntó la pequeña con tono retador. La madre la miró- con esa mirada que sólo saben poner las madres y que despeja todas nuestras posibles dudas y hace que se evaporen nuestros profundos miedos- y dijo con su voz de madre sabia: «Porque tú, pequeña mía, naciste con el don de la palabra.» » ¿Y eso es malo mamá?» » Bueno, como todos los dones tiene su parte buena y su parte mala. Lo que sí sé es que no puedes renunciar a él porque forma parte de lo que tú eres.»
Pasaron los años, y a pesar de que a veces le fallaron las fuerzas y quiso abandonar su vocación de escribir; a pesar de que durante largos períodos de tiempo atravesó desiertos de inactividad creadora y caminó sin rumbo por los páramos de la desilusión ; a pesar de que el silencio fue durante años la única respuesta; a pesar de que todo parecía ponerse en contra, ella siguió andando con sus manos vacías y su viejo cuaderno lleno de palabras.
Los vientos soplaron y agitaron con fuerza su nave hasta hacerla zozobrar. Gritó fuerte: « ¡Miradme! ¡Escuchadme! ¡Estoy aquí! ¿Es que nadie puede pararse un momento?»
Aprendió a no esperar nada de los rostros grises que poblaban el mundo; a no buscar el éxito, sino la satisfacción y la autenticidad; y a contestar siempre lo mismo, cuando aquellos que se empeñaban en ningunearla le preguntaban por qué seguía llenando incansablemente las gastadas hojas de su cuaderno : «Es que yo, tengo el don de la palabra…»

Lugares comunes (II)


Todos tenemos lugares comunes: sitios a los que volvemos, canciones que nos llevan a espacios lejanos, a tiempos pasados, a lazos perdidos… Libros, poemas, refranes, frases hechas, películas, anuncios, proclamas, consignas, cantantes, actores, pintores, poetas…
A veces tenemos la inmensa suerte de poder compartir nuestros lugares comunes con aquellos que caminan a nuestro lado. Y nos emocionamos, y nos brillan los ojos en ese sencillo gesto de compartir lo que nos unió una vez, aunque ni siquiera nos hubiéramos conocido todavía. Los lugares comunes nos conducen directamente a la nostalgia por el atajo de la melancolía, pero también nos hacen reir y nos reconfortan. Por ellos reconocemos a nuestros amigos, a nuestros compañeros de viaje, y del mismo modo, a través de ellos, nos reconocemos también a nosotros mismos.