Aprender a valorar el hecho aparentemente insignificante de respirar es un absoluto descubrimiento inesperado. Espirar, inspirar… y ser plenamente consciente de ello.Hacer de una insignificante cotidianidad que nos pasa desapercibida un rito y un lujo.Sentir el sol sobre tu rostro y el acompasado ritmo de tu respiración. Disfrutar del milagro de oxigenar tu propio cuerpo con tan sólo una ligera fatiga residual es ,sin duda, un regalo. Lentitud, esa es la palabra clave. Y dar gracias a la vida por dejarme respirar.