Tristeza


La tristeza nos lleva a lugares en los que no queremos estar. Tan sólo una palabra, un gesto, un desplante, un desencuentro, un malentendido, un silencio solemne y malintencionado… y nos sumergimos en el profundo mar de la tristeza.
No queremos permanecer allí, luchamos por salir a flote, por volver a respirar el aire oxigenado de la alegría; pero nos damos cuenta de lo difícil que es salir. A veces ni siquiera intentamos nada, simplemente nos dejamos llevar hasta el fondo sin poner resistencia… y hasta encontramos cierto placer en la desesperanza. Queremos sonreir, pero los labios parecen haber olvidado cómo hacerlo y se resisten a la mueca. Queremos olvidar, pero sentimos que algo pesa terriblemente sobre nuestros hombros y permanece cruelmente anclado en nuestro corazón.
Luego, por suerte, el tiempo restaña las heridas y permite que, poco a poco, salgamos a flote medianamente indemnes. La tristeza nos deja pequeñas cicatrices que lentamente, se van volviendo blancas,lo que las hace imperceptibles a los ojos ajenos. Cada uno de nosotros sabe donde tiene las suyas; y a veces, cuando amenaza tormenta, nos vuelven a doler.

8 opiniones en “Tristeza”

  1. Esas cicatrices, haber estado en la tristeza, nos hacen profundamente humanos. Lo que no hay que hacer es quedarse a vivir en la tristeza. Como dijo hace veintisiete siglos el gran poeta griego Arquíloco de Paros, hay que comprender el ritmo que sujeta a los hombres. Porque la vida es eso, un ritmo, a veces triste, a veces alegre. Todo cíclico. La felicidad constante sólo es patrimonio de los dioses, y no queremos ser dioses. Sólo humanos. Precioso texto, como siempre. Y muy buenes las dos entradas anteriores, que he estado leyendo esta mañana con la debida calma. Un abrazo.

  2. Todo me recuerda la urgencia de saberte cerca…
    «Mi táctica es mirarte aprender como sos quererte como sos …
    mi táctica es quedarme en tu recuerdo no sé cómo ni sé con qué pretexto pero quedarme en vos …»
    Mario Benedetti

  3. Un niño con el alma triste será triste para siempre. Las cicatrices tejidas en la infancia se endurecen y echan raíces y se pierden en la memoria, pero duelen cuando aparecen las sombras y los rayos. El desamparo es la imagen de esa niña que casi no puede echar a andar ni caminar por un mundo poblado de hostilidades. ¿Cómo podemos cobijarla? ¿Lo sabes tú, Marisa?

    Gracias por todo.

  4. llevo casi cuarenta años intentando protegerla del dolor y restañando sus heridas. A veces me mira desde el fondo del espejo y me pide que la rescate pero no siempre sé cómo hacerlo.El dolor forma parte de lo que somos…

  5. Esas tristezas de las que nos hablas, querida Marisa, me parece que son siempre producidas por algún otro, humano, personal, concreto.
    Da sosiego verse reconocido en tu escritura, porque todos hemos sufrido esa tristeza, al rozarnos en el camino, al cruzarnos, cada uno con su propia intención, con su idea, con su pequeño egoísmo. Queremos marcar el territorio, pisar fuerte, avanzar con seguridad, y así corremos el peligro de ser indiferentes, altaneros, avasalladores.
    Y la presencia de esas pequeñas cicatrices blancas… También representan el dolor de haber sido herida y el orgullo de haber sobrevivido a la intemperie.
    Contigo siempre

  6. Hola Marisa, mi blog más viejo está por cumplir cuatro años y para festejar editaré una catálogo electrónico conformado por la elección de una entrada de cada uno de estos mundos que suelo visitar y, claro, tú siempre estás presente. Saludos y gracias por deleitarme con tu proyecto.
    Ah, la publicación aparecerá en mi espacio en los primeros días de agosto.

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