La memoria y la canción

«Nos quedan la memoria y la canción…»
A mi abuelo Manuel, que penó y sufrió por las cárceles de Franco hasta su muerte, y cuyo único delito fue negarse a secundar lo que él consideraba una traición a las libertades conquistadas durante la república; eso, y militar en las peligrosas filas de la filantropía. De él heredé esta simpatía, o empatía (del griego `pathos´), por los humildes, por los desheredados, por los que sufren, por los que sienten sobre ellos el peso de la injusticia. Leyendo sus escritos comprendí que, por mucho que valga un hombre, nunca tendrá más valor que el propio de ser hombre, que los dogmatismos llevan a los totalitarismos y que, por muy gruesos que sean los muros, no pueden encerrar el pensamiento libre. Otro de sus preciados legados fue mi pasión por la literatura, y un completo desinterés por los falsos parnasos y las academias, por los laureles y los «tenores huecos». Como él, escribo para compartir con otros lo que me identifica, lo que me abrasa, lo que me asombra, lo que me desvela; sin más pretensión que la de ser yo misma, y regalar mis palabras a aquellos que quieran acercarse a leerlas o escucharlas. Él nada pudo dejarme excepto sus palabras; yo nada tengo para homenajearle si no son mis torpes palabras. Él y otros como él, entregaron sus vidas y su libertad con la firme convicción de que yo, y otros como yo, algún día pudiéramos lanzar nuestras voces al viento libremente, sin miedos, sin rencores, sin esperar a cambio nada; tan sólo la satisfacción de haberlas dejado volar.

Os lo quitaron todo,
la hacienda, la alegría, la palabra.
Os dejaron desnudos, despojados
en medio de la noche.
Una noche sin tregua, sin luna, sin mañana…

Os lo quitaron todo,
El llanto, la esperanza.
Las lágrimas se secan
en las cuencas vacías de los ajusticiados…

Os lo quitaron todo,
la casa, la patria, la familia.
Todo era suyo. ¡Suyo!

¿Qué será de vosotros, huérfanos, desahuciados,
sin patria, sin casa, sin bandera,
sin himnos, sin estatuas,
sin pasado glorioso?

¿Qué será de vosotros, vencidos, humillados,
sin justicia, sin pan y sin memoria?

No, ¡sin memoria no!
La tendrán vuestros hijos,
y la tendrán los hijos de los hijos,
y todos los que vengan.
Ellos tendrán de nuevo lo que os arrebataron:
la casa, la alegría, la palabra,
la justicia, el mañana y la canción.

Mª Luisa de la de la Peña, «La voz libre».
Del libro Poemario a dos voces , ed. La Factoría de ediciones.

7 opiniones en “La memoria y la canción”

  1. Los que te conocemos sabemos lo que tus abuelos significan para ti y cuánto has luchado por reivindicar su memoria. Al fin has encontrado los cauces y me alegro. A mí es un tema que como decía el poeta » me causa un respeto imponente», porque lo de pasar página está muy bien para los que no tienen un ser querido tirado en una fosa común. Sé que tú no eres rencorosa y que tu abuela, a la que tuve el placer de conocer, siempre te enseñó a respetar y a mirar hacia atrás «sin ira». Eres una mujer valiente y digna, como lo fue tu abuela, y has seguido caminando por la senda que nos dejó su recuerdo.

  2. Tu poema me recuerda a León Felipe. Recuerdo que una vez recitaste «Españoles del éxodo y el llanto» en el instituto… Me parece estar viéndote, con esa pasión que siempre le pones a todo. Ahora que he visto las fotos de tus abuelos veo que eres «igualita» que tu abuela, aunque hay algo en los ojos de tu abuelo que me recuerda a ti. Un abrazo.

  3. Lo cierto es que a mí también me causa mucho respeto, pero es mi «pathos». Crecer entre supervivientes de aquella triste historia marca, pero también te enriquece.
    Lo del parecido físico con mi abuela me lo dicen siempre, aunque mi carácter y mi necesidad de reinterpretar el mundo a través de la palabra creo que me acerca más a mi abuelo… Cuando yo nací hacía muy poco que él había muerto, y mi abuela me arrullaba con sus poemas y con las seguidillas que componía, así como con la historia familiar que ella estaba empeñada en rescatar para mí. Un abrazo fuerte.

  4. En estos tiempos que corren donde todavía hay que debatir sobre «desaparecidos», al menos nunca serán olvidados …
    «Están en algún sitio / concertados
    desconcertados / sordos
    buscándose / buscándonos
    bloqueados por los signos y las dudas
    contemplando las verjas de las plazas
    los timbres de las puertas / las viejas azoteas
    ordenando sus sueños sus olvidos
    quizá convalecientes de su muerte privada

    nadie les ha explicado con certeza
    si ya se fueron o si no
    si son pancartas o temblores
    sobrevivientes o responsos

    ven pasar árboles y pájaros
    e ignoran a qué sombra pertenecen

    cuando empezaron a desaparecer
    hace tres cinco siete ceremonias
    a desaparecer como sin sangre
    como sin rostro y sin motivo
    vieron por la ventana de su ausencia
    lo que quedaba atrás / ese andamiaje
    de abrazos cielo y humo

    cuando empezaron a desaparecer
    como el oasis en los espejismos
    a desaparecer sin últimas palabras
    tenían en sus manos los trocitos
    de cosas que querían

    están en algún sitio / nube o tumba
    están en algún sitio / estoy seguro
    allá en el sur del alma
    es posible que hayan extraviado la brújula
    y hoy vaguen preguntando preguntando
    dónde carajo queda el buen amor
    porque vienen del odio»
    Mario Benedetti

  5. «Conmigo vais, mi corazón os lleva». Ellos siempre están en mi corazón. Perviven en mí , y todo lo que les fue arrebatado lo disfruto yo con alegría, sin miedo y sin rencor. Nunca me enseñaron a odiar, sólo a poner cada cosa en su sitio, y a pensar por mí misma, y a no cerrar los ojos ni los oídos al dolor ajeno, viniera de donde viniera.

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