Exilio

El camino del exilio implica dejar atrás un armario lleno de vivencias y raíces, y arrastrar por tierras extrañas un baúl lleno de tristezas…

Siempre que pienso en el exilio recuerdo aquel hermoso poema de León Felipe, «El llanto es nuestro»
Españoles:
el llanto es nuestro
y la tragedia también,
como el agua y el trueno de las nubes.
Se ha muerto un pueblo
pero no se ha muerto el hombre.
Porque aún existe el llanto,
el hombre está aquí en pie,
en pie con su congoja al hombro,
con su congoja antigua, original y eterna,
con su tesoro infinito
para comprar el misterio del mundo,
el silencio de los dioses
y el reino de la luz.
Toda la luz de la tierra
la verá un día el hombre
por la ventana de una lágrima…
Españoles,
españoles del éxodo y del llanto:
levantad la cabeza
y no me miréis con ceño
porque yo no soy el que canta la destrucción
sino la esperanza

Yo sólo tenía nueve años, cuando una tarde de invierno mi abuela me miró fijamente a los ojos y me dijo: «Anda, vamos a ponerte guapa, que tenemos que ver a unas amigas mías que hace mucho que no veo». Mientras me peinaba, yo notaba cierto temblor en sus manos. «¿Hace mucho que no las ves?» le pregunté. Entonces soltó el peine, me giró hacia ella, y con los ojos muy azules y muy brillantes me dijo muy seria: «Cuarenta años hija, cuarenta años…»
A mí me parecieron una barbaridad. Demasiados para seguir siendo amigas, la verdad. Nos pusimos el abrigo, salimos apresuradas y mi abuela me llevó, casi en volandas, por calles y callejuelas hasta llegar a un portal que yo no conocía. Se paró, respiró muy hondo y me dijo, aunque siempre creí que se lo decía más bien a sí misma: «¡Aquí es!» No recuerdo todos los detalles. Sólo sé que al abrir la puerta de la casa un grupo de mujeres con aspecto de venerables abuelitas estuvieron llorando y abrazándose un tiempo que no fui capaz de calcular. Todo eran besos, lágrimas, intercambio de fotos, manos enlazadas. A dos o tres niños más nos sentaron en una salita a merendar medias noches, y a ver el programa infantil de media tarde. No nos conocíamos, así que no nos dijimos nada. A veces nos mirábamos de reojo y nos sonreíamos… No fuimos conscientes, hasta muchos años después, de lo que allí realmente había pasado, mientras masticábamos chorizo de Pamplona y reíamos las ocurrencias de aquellos payasos en blanco y negro . El reencuentro esperado de una generación perdida, diezmada, desgarrada para siempre.
Muchas de aquellas mujeres salieron años después en un reportaje sobre las mujeres del 36. Pero para mí siempre serían las amigas de mi abuela, ésas que, a pesar de llevar cuarenta años sin verse, se sentían unidas por el invisible hilo de la memoria y de aquella terrible tragedia que les tocó vivir.

30 opiniones en “Exilio”

  1. La amistad de esas grandes mujeres es una fuerza conmovedora del poder del amor, por encima del destino (dramático en este caso) está su sentimiento de pertenecer a algo más allá de su propia existencia:
    «Hay gente que con solo decir una palabra
    enciende la ilusión y los rosales;
    que con solo sonreir entre los ojos
    nos invita a viajar por otras zonas,
    nos hace recorrer toda la magia.
    Hay gente que con solo dar la mano
    rompe la soledad, pone la mesa,
    sirve el puchero, coloca las guirnaldas,
    que con solo empuñar una guitarra
    hace una sinfonía de entrecasa.
    Hay gente que con solo abrir la boca
    llega a todos los límites del alma,
    alimenta una flor, inventa los sueños,
    hace cantar el vino en las tinajas
    y se queda después, como si nada.
    Y uno se va de novio con la vida
    desterrando una muerte solitaria
    pues sabe que a la vuelta de la esquina
    hay gente que es así, tan necesaria.»

    Hamlet Lima Quintana
    Gracias, por estar ahí eres «tan necesaria.»

  2. Otra vez se me ha puesto un nudo en la garganta, emocionado, leyendo esas cosas tan bonitas y tan terribles a la vez que forman parte de tu vida.
    Muchas gracias por compartirlo con todos nosotros, Marisa
    Un fuerte abrazo.

  3. Gracias a ti, por estar ahí, por leerme, por participar en mi rincón de palabras, esas que muchos quisieran no oír, y que otros desprecian con cierto fastidio y hastío porque nos lo quitaron todo pero no los recuerdos. Un abrazo querido amigo.
    PD pronto subiré algo sobre una maestra amiga de mi abuela.

  4. Maravilloso el poema de León Felipe, pero lo que de veras me ha emocionado, lo que me ha estremecidp y te agradezco es tu relato. Precioso, tierno y tan bien contado. Otro día dejaré aquí una anécdota. Ahora permíteme que me concentre sólo en tu historia.
    Un beso fuerte.

  5. Estoy deseando que me la cuentes. Me gusta tejer historias y sé que tú también tienes mucho que contarme… me alegra y me reconforta sentirte aquí. Me gusta leerte y me gusta que me leas. Otro beso muy fuerte para ti.

  6. El exilio, en este pais solo vuelven como vencedores de el, los Borbones. Esta historia me hace recordar a mi tio abuelo, que marcho al frente siendo un adolescente, cruzo la frontera a Francia, derrotado, pero con dignidad del combatiente y jamas se volvio a saber nada de el, el exilio lo mato de olvido.
    Un saludo de Besos Marisa.

  7. Recuerdo muchas personas que a finales de los 70, y aunque yo no era más que una niña, llegaban a casa y se abrazaban y lloraban. Algunos, los más cercanos, no volvieron nunca. En Francia esta parte de mi familia paterna. Los demás no se pudieron ir, así que «represión» y exilio interior. En fin… Haremos memoria para no hacer olvido. Un beso fuerte.

  8. Ves, esto es lo que muchos de clase no comprenden, lo mal que lo pasaron y como vivieron los que les toco vivir esa época.
    Esto del exilio lo conozco bastante bien (aunque nunca es suficiente), mis abuelos maternos emigraron a Alemania y por eso mi madre nació allí, y según me cuentan, fue muy duro para ellos dejar todo aqui en España e irse lejos.
    Me encanta este poema de León Felipe desde la primera vez que lo lei con mi madre (que no fue hace mucho, lo leimos en esa presentación tan chula que hiciste), precioso el pequeño relato de cuando eras peque.
    Muchiiiisiiimosss Besos.

  9. Gracias Vero. La juventud actual desconoce muchas cosas, pero la historia no sólo se aprende en los libros de texto, hay que escuchar testimonios directos, ver documentales y leer. A veces me dejo llevar por la pasión, porque pienso que la ignorancia es un caldo de cultivo en el que plantan sus semillas los dogmatismos y los totalitarismos. Así lo han hecho siempre, y así lo seguirán haciendo. Gracias guapa, por hacer que no pierda la fe en la enseñanza y en lo que hago…

  10. Ay, Marisa, hoy ha sido mi madre quien se ha asomado conmigo a tu blog y se ha emocionado. Además me ha dicho que tiene una foto idéntica a la que has subido. Una foto junto a sus compañeras. Hoy le ha dado por recordar el tiempo que pasó en la cárcel, los dos, mi padre y ella en Caranbanchel al mismo tiempo. Vamos que se ha puesto a recordar y no ha parado.
    Anda, anda, anda, voy a preparar tisanas.

    Muchas gracias por este post.

    Besos,

    Marta

  11. Marta, qué emoción lo que me cuentas… Mi abuela tuvo muchas «compañeras», como ella decía, en la cárcel (Ventas primero, y luego Carabanchel para las más jóvenes). Conoció casos muy tristes. Algún día contaré como consiguió no acabar allí, gracias a un cura y a una esquina doblada a tiempo… En fin, dale un abrazo a tu madre y gracias por venir a las dos. Es un lujo tener una compañía así de estupenda.
    PD El teclado está maldito, si lo sabre yo…

  12. Emocionante. Los detalles, las madalenas, los niños callados. Lo has contado de tal manera que me has hecho «verlo». Gracias.
    La memoria requiere de estas fotos. Es lo mínimo que les debemos.

    Un beso.

  13. Pepe,gracias, no te preocupes por los nombres. Que vengas a quí a leerme es un alegría, en estos tiemposdedesmemoria que ahora corren. Un abrazo.

  14. Siempre he intentado que mis recuerdos sirvan para tender puentes de tolerancia, para que nunca más ocurra nada parecido y vivamos sin miedos ni violencia. Fue el deseo de mi abuela y yo escribo porque ella no pudo hacerlo. Muchas gracias Juan Antonio por tus palabras

  15. Enternecedora y gráfica esta historia. Es la primera vez que visito tu página y me ha gustado mucho, te doy la enhorabuena por rescatar voces y testigos que no podemos olvidar ni borrar de un plumazo porque sería como aniquilarnos a nosotros mismos. Leo e investigo mucho sobre las mujeres durante la guerra civil y en la posguerra. Es un tema que me atrae mucho y que me duele y me admira desde la perspectiva del género femenino al que todas pertenecemos.
    Un saludo:
    Puri.

  16. Muchas gracias Puri. Bienvenida a este rincón de palabras enredadas. Ven siempre que quieras porque aquí seguiré tejiendo las historias que me contaron muchas de aquellas mujeres que tuve la suerte de conocer gracias a mi abuela. Será un placer contar contigo. Un abrazo y bienvenida.

  17. Una entrada bien sentida. Además de su carga política tiene esa carga casi trascendental de Luis León. Y por supuesto lleva tu carga. Ese recuerdo hilado a esa tragedia de las mujeres del 36. A mi me recordó a una visita que hice con mi madre a una prima suya que vivía relativamente cerca de nosotros y sin embargo, recuerdo la primera vez que la conocí y me pregunté: ¿Por qué no he conocido antes a la prima de mi madre? ¿Será que con los años uno se separa y con los años uno se reencuentra? Quizá no me lo pregunté exactamente así, pero ése era el fondo que sentí en mi corazón.
    Los niños perciben todo y así luego se no es revelado.
    Creo que me he extendido demasiado, pero tus entradas nunca me dejan indiferente.
    Un saludo

  18. Carmen, tu nunca te extiendes demasiado, tu voz es para mí la voz del viento… Como lo son siempre las voces amigas, y más cuando vienen como «agua de mayo» que diría mi abuela. Gracias por estar ahí, en cada historia, en mis penas, en mis derrotas, en mis alegrías, en mis versos, en fin. Eres de lo mejor que uno puede pedirle a la vida, la verdad.
    Y aquí a extenderse lo que ustedes quieran , faltaría más. «Nos queda la palabra» esa es mi máxima.
    Un abrazo

  19. Cuando me encuentro con relatos como el tuyo de este post (tan emocionante y tan «increíble» desde este tiempo nuestro) siempre me pregunto lo mismo: ¿que sentía esa mujer, esas mujeres, cómo vivieron, cómo sobrevivieron, pero allí en lo de más adentro, en las palabras que no podían decir porque si las decían no podrían sobrevivir? Las mujeres de la derrota creo que sufrieron doblemente, o triplemente. Pero incluso las mujeres no explicítamente derrotadas, las mujeres simplemente enjauladas en las cuatro normas morales de la dictadura, sufrieron mucho, a veces sin que supieran por qué sufrían, por qué tenían que aceptar llevar una vida tan reducida.
    Una historia de temblores esta que nos cuentas.

    Te dejo un enlace a otra historia. Es un relato. Pero yo sólo he hilvanado las cosas y he hecho éso que te decía: preguntarle a las mujeres que allí salen. Los hechos son ciertos.

    http://laarquitecturadetushuesos.wordpress.com/descargar-laaquitecturadetushuesospdf/capitulo-3-1950/

    Un abrazo.
    Luisa

  20. Muchas gracias Luisa. lo leeré despacito,como hace falta.Te invito yo también a que leas mis relatos sobre la memoria que seguiré subiendo poco a poco. es un placer compartir con gente como tú. Un abrazo

  21. Una historia de las que no te pueden dejar indiferente. Siempre se habla del exilio en tercera persona, desde la distancia que marcan los libros de texto, pero lo que a veces no se llega a comprender es que realmente fueron personas de carne y hueso quienes lo sufrieron; ya sean abuelos, padres o amigos.

    Cuántas vidas destrozadas… y que razón tenía Luis Cernuda en su poesía «Un español habla de su tierra», con la estremecedora sentencia, referida a España:

    «Un día, tú ya libre de la mentira de ellos, me buscarás. Entonces, ¿qué ha de decir un muerto?»

    Un abrazo y enhorabuena por el blog.

  22. Muchas gracias Marina. Comprobar como gente de las nuevas generaciones sigue recogiendo esa antorcha me llena de alegría. Tu blog es también un ejemplo de ello. Sé bienvenida y compartamos esto que nos une : el reencuentro con una generación que vio como sus sueños se transformaban en pesadillas. Un abrazo.

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