Mirando a España.

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A Dalia Álvarez Molina, que me contó esta historia. A sus abuelos Lola y Juanel, queridísimos amigos de los míos,y a su madre, Aurora, que es testigo vivo de aquellos tiempos convulsos.

Una vez al año, coincidiendo con el inicio de las vacaciones de verano, Julia y su familia, junto con otras familias de exiliados, viajaban a Hendaya.
No habían elegido aquel destino estival por sus monumentos, ni por sus hermosas playas, ni por su interés histórico o artístico. La razón era meramente sentimental, incluso “estratégica”, según se mirara: era el último pueblo de la frontera, ese muro invisible y doloroso que les separaba de sus raíces, de su pasado, de su identidad.
Desde allí podían ver las playas de Hondarribia, mantener el vínculo, nutrirse de recuerdos y de melancolías. Allí llevaban a sus hijos y a sus nietos para que no olvidaran de dónde procedían y cuál era el lugar al que debían volver. Porque ellos volverían, algún día, no sabían cuándo, pero volverían. Nunca deshicieron del todo su equipaje, nunca llegaron a echar raíces, nunca renunciaron al regreso.
Aquella era su estrategia de supervivencia: mirar a España; asegurarse de que seguía allí, esperándolos, aguardándolos para acogerlos de nuevo en su seno, para arroparlos en el supremo trance de la muerte.
Después de tantos años, morir en España era la única razón para seguir viviendo.

La memoria herida, ed. Bubok

24 opiniones en “Mirando a España.”

  1. Como siempre, Marisa, un montón de emociones anudadas en la garganta.
    Ahora esa imagen tiene más sentido que nunca.
    Un abrazo muy fuerte.

  2. Mi querida Bel he escuchado muchas veces el absurdo discurso de que los exiliados no amaban a su patria, que no se consideraban españoles… En fin, lo que hace la ignorancia. Nadie nos ha contado su historia.Simplemente se fueron y ya está.Yo he conocido a muchos y he leído sus cartas escritas desde México o Francia y todas están llenas de melancolía y amor por la tierra perdida, nunca de odio ni de despecho.
    cada vez que me decido a contar alguna de estas anécdotas en este foro libre y abierto tengo algo de miedo pero luego pienso que tienen derecho a salir a la luz y que lo hago con ilusión y trabajo previo, poniendo lo mejor de mí.
    Recibo tu abrazo y lo guardo en mi corazón amiga querida.

  3. El puente de Hendaya, el mismo que cruzaron los milicianos huyendo de las columnas de Mola, en Septiembre de 1936 y que tan bravamente defedieron Irun, los de Asalto. Recuerda la historia a la de aquellos exiliados que se acercaban a los pirineos desde el lado Frances, a ver España, la España ocupada del Franco. Algunos como M.Beltran «El Esquinazau», trazaban planes de liberaciones de España, otros solamente perdian su mirada en una tierra en la que defendieron su libertad.
    Hoy debemos seguir mirando al pasado, para encontrar nuestras raices, la de la instituccion libre de enseñanza, la de la generacion del 27 y la de Republica.
    Un Saludo Marisa.

  4. Lo mejor para estar cerca es no alejarse demasiado, era una buena filosofía la de esta familia y una buena razón para seguir viviendo, en la desesperanza hay que aferrarse a lo más querido.
    Un beso, Marisa.

  5. Qué frase final tan contundente. Me ha recordado tu entrada al poema «Retorno frente a los litorales españoles», de Alberti, un texto que me sobrecoge cada vez que lo releo.
    Un beso, amiga mía.

  6. Edu mirar lo que se deja atrás cuando el destierro es forzado es algo muy duro… Algunos ya nunca volvieron a la que fue su casa, nunca más vieron a sus seres queridos ni fueron enterrados en su pueblo ni esparcidas sus cenizas en su mar. Nadie debería ser obligado a abandonar el lugar que le vio nacer. Un abrazo

  7. Impersonem, es una historia triste pero está llena de superación y de entereza frente a la adversidad. Gracias por venir a estas palabras enredadas que dejo aquí, sin más intención que la de compartirlas con quien quiera. Un abrazo

  8. En los cincuenta, siendo yo muy niño, íbamos a Hendaya ( pase de 12 horas, recomendados por algún cura de La Salle, aq donde iba yo por aquel entonces) para abrazar a mi tio, médico exiliado en París, hombre bueno y cabal amenazado de muerte por sus ideas. Llevávamos recuerdos de esta España cainita: algún dulce, algún embutido y mucho amor…Nunca olvidaré las lágrimas de mi madre y de mi tío al abrazarse tras 20 años de ausencia…
    Besos, Marisa…

  9. Mi querido amigo…Sólo nuestra palabra los salvará de un segundo olvido. Yo, por mi parte, no permitiré que eso pase.
    Por tu tío, por las lágrimas de tu madre, por aquellos largos viajes que hicistéis, por los viejos y queridos amigos y familiares que ya no están y nos dejaron su experiencia.Por todos ellos seguiremos contando lo que sabemos sin revanchismo, sólo con amor por los que se fueron para siempre.
    Un abrazo del alma.

  10. Mis abuelos también se daban una vueltecita por Hendaya y Biarritz una vez al año. La mitad de lo que llevaban se quedaba en la aduana, pero tampoco era demasiado importante, los amigos que esperaban al otro lado sólo pedían un abrazo, palabras, calor.

    Qué historias, ¿verdad? Ahora podría parecernos como sacadas de una novela, pura ficción, y sin embargo sucedieron, siguieron vivas hasta finales de los setenta. Un hermano de mi abuela materna, Marcos, solía visitarnos por el mes de julio. Nos traía regalos y más regalos, nos contaba maravillas sobre Francia, para él una especie de tierra de promisión, y luego se marchaba a toda prisa. Ni dos días era capaz de quedarse con su familia española. Vivía en París desde antes de la guerra civil, se había casado con una francesa y tenía un buen empleo. Ni siquiera cuando se jubiló y poco después murió su mujer quiso volver a España. Siempre fue totalmente apolítico, despreocupado vividor, indiferente a todo lo que no fueran él y sus intereses.

    O eso creíamos. Murió en 1965 y sus amigos franceses nos escribieron para darnos sus condolencias y contarnos una historia que jamás hubiéramos sospechado. Había militado en la Resistencia durante la Segunda guerra mundial, pero antes, mientras duró la civil española, se movió mucho por la muga de Navarra ayudando a pasar la frontera a los más amenazados.

    Ahí queda eso. Para que te fíes de los ‘tíos Elliot’.

  11. Spender sí debió serlo… saber que no podían volver, que si les cogían se jugaban la vida y la libertad era muy duro. Algunos se atrevían a pasar para ver si quiera una vez a sus seres queridos, pero no era lo habitual. Mi abuelo no volvió a ver a su hermana y muchos amigos desaparecieron tras las fronteras para siempre. Cuarenta años son muchos años, demasiados…
    Gracias por tus comentarios, querido amigo.

  12. Mertxe, vaya historia genial que nos regalas, la verdad. No deberíamos dejar que estas anécdotas se las tragara el olvido, así que a ver si te pones…
    un beso guapetona.

  13. Ay Miguel Ángel, yo ni me había fijado. Me ha parecido una historia tan humana, tan viva, tan dolorosa que no he reparado en eso. Te digo como a Mertxe, a ver si te pones, porque luego se las llevará el olvido…
    Besos muy grandes.

  14. Conmueve comprobar cómo se ama a esa patria que, a veces, pareció madrastra más que madre. Ese vínculo visual, afectivo, esa esperanza… Duele haber decepcionado a tantas personas que jamás consiguieron volver. Un abrazo muy fuerte, querida amiga.

  15. A mí me pasa con estos tiempos como a ti con Roma. Me apasionan y me gusta escribir y recrear aquellas vivencias. Hay quien piensa que es un tema tabú que mueve rencores pero yo no lo creo. Podemos escribir de cualquier época e intentar mostrar la dimensión humana, el sufrimieno, la capacidad de superación, la tenacidad. Gracias mi querida Isabel por compartir conmigo estas historias.Un besazo

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