A mi tía Eloísa, que no tuvo una tumba donde llorar…
“(…)escríbeme a la tierra
que yo te escribiré”
Miguel Hernández
(I)
Los álamos han traído los nombres de los muertos.
Son muertos olvidados, sepultados …
sin nombre y sin memoria.
( II )
Aquella noche soñé mucho. Me costó conciliar el sueño y cuando por fin lo hice , imágenes extrañas poblaron mi mente. Vi a Domingo y a Julián vestidos de traje, repeinados y perfumados dispuestos a salir. Yo estaba cosiendo, como siempre, sentada en la salita, mientras madre- de riguroso luto- contaba las cuentas del rosario. Nos dijeron adiós y al darse la vuelta para salir, comprobé que sus chaquetas estaban manchadas de tierra. Intenté avisarles para que no salieran así, pero no podía moverme ni articular palabra alguna. La siguiente escena que recuerdo fue la de dos lápidas sin nombre en el viejo cementerio del pueblo. Mi madre y yo arrodilladas, llorando sin consuelo. Me desperté sobresaltada, bajé a la cocina presa de una profunda e inexplicable angustia que oprimía mi pecho. Allí estaban todos, desayunando tranquilamente, como si nada fuera a pasarles nunca, como si mis terribles sueños y mis presagios oscuros no fueran más que tonterías … Domingo reía, con esa risa suya que lo inundaba todo. «Que no madre, que no. Que son miedos infundados que tiene usted. Nosotros no le hemos hecho daño a nadie. Es verdad que tenemos nuestras ideas y que nuestras ideas no les gustan a todos los del pueblo, pero eso es todo. Ya verá como no llega la sangre al río.” Y ahora, con el tiempo pasado, yo me pregunto: ¿cuánta sangre puede llegar a contener un río sin desbordarse?, ¿cuánta sangre puede regar la tierra?, ¿cuánta sangre en las tapias, en las cunetas, en los escombros, en los caminos?
Una semana después se los llevaron. Fue una mañana plomiza de septiembre. No volvimos a verlos nunca. Ni siquiera sus cuerpos. Para reconocerlos, para llorarlos, para poder descansar en paz… La guerra acabó, pero nosotras no pudimos enterrar a nuestros muertos. Habíamos perdido, eso podíamos asumirlo. Pero la ira, la rabia, la venganza, el terror generalizado bajo el beneplácito del nuevo régimen, eso no podíamos comprenderlo. Estábamos solas. Enterradas en vida. Condenadas al silencio, a la humillación, a la infamia.
Han pasado los años y todo el mundo parece haberse empeñado en olvidar, o en hacer como que olvida. Pero cada septiembre los álamos del bosque que rodea nuestro pueblo, mecidos por la brisa que presagia el otoño, traen el eco lejano de sus nombres: Domingo… Julián…Domingo…Julián…Y como una plegaria, elevan al cielo sus ramas y dejan caer algunas hojas… como un llanto suave sobre la tierra.
«El beso aquel que quiso
cavar los muertos y sembrar los vivos»
Miguel Hernández
Es un texto bellÃsimo, Marisa. DeberÃas escribir una novela sobre esos desaparecidos, una novela triste, que cuente ese dolor lejano en el tiempo pero aún presente.
Un fuerte abrazo.
«Â¿cuánta sangre puede llegar a contener un rÃo sin desbordarse?, ¿cuánta sangre puede regar la tierra?, ¿cuánta sangre en las tapias, en las cunetas, en los escombros, en los caminos?»
Estas tres preguntas se me han clavado en el alma. Lo triste es que todavÃa hoy, en pleno siglo XXI, esté esa sangre derramada en las cunetas.
Me has emocionado con este texto tan bello y tan cierto, aunque pareciera un relato, producto de la imaginación desbordante de una excelente escritora, es la misma realidad.
Un fuerte abrazo.
Puede que yo esté contaminado, porque lo acabo de leer, pero todo lo que has escrito me trae a la cabeza «El corazón helado», de Almudena Grandes. Gracias por todo lo que escribes, gracias por tu presencia poderosa y amable, y por tu entrega a los que no pueden hablar ni decirnos lo que tú dices.
Seguro que tú ya lo has hecho en la página, Marisa, pero me permito recomendar el libro, «El corazón helado», si queréis entender lo que significa ser español (http://olvidatuequipaje.blogspot.com/2009/06/el-corazon-helado-almudena-grandes.html)
Gracias y besos.
Un texto bellÃsimo que me hubiera gustado que hiciera referencia a un hecho ficticio y no real. Tus palabras recuperan la memoria con una intensidad extraordinaria. Un abrazo muy fuerte, querida amiga.
Los mejor como aquella cancion de Paco Ibañez de versos de Alberti seria enterrarlos en el mar, pero quiezas el mar sea un destino bello, para quien solo ensucio esa palabra y lo sigue haciendo, denegando a las a sus victimas, poner lapida a sus cuerpos.
Un Saludo.
Ana, cuántos muertos sin besos ni memoria…Un beso enorme
Jose Miguel, escribir algunas cosas duele mucho… En fin tal vez un dÃa me ponga en serio.Gracias por tus palabras, de corazón.Besos enormes
Ay Noray, ojala nunca hubiera ocurrido y todo fuera fruto de mi imaginación…Que nunca vuelva a ocurrir y no haya más odio y en el corazón de los hombres.
Un beso
Armando hay historias tan profundamente dolorosas que muchos prefieren no escuchar pero su eco se extiende aunque haya quien cierre los ojos y los oÃdos.un beso.
PD.Gracias por tu hospitalidad en la radio.Besos
SÃ Edu pero que uno pueda elegir donde quiere ser enterrado… Como muy bien apuntas negar a las vÃctimas un entierro digno y a sus familias un cuerpo que llorar es de una crueldad inabarcable.
un abrazo
Isabel, ojala, como he dicho antes, nunca hubiera ocurrido.Pero tú bien sabes qué dura es la historia de la humanidad y cuánto dolor alberga.Un besazo guapa
SÃ, cuánto dolor alberga y seguirá haciéndolo. Y este maldito siglo XX que ha batido todos los récords…
Esperemos que algo mejore, no sé, no confÃo mucho pero quiero creer…besos guapa.
Ha sido emocionante leer estas páginas. Hubiera subrayado frases enteras, hubiera hechos mios dolores y sentimientos. No he podido evitar tomar algunas de tus palabras para hablar de mucha gente. Gracias por mostrarme este lugar.
Gracias marÃa, es muy gratificante para mà leer tu comentario, de verdad. Un abrazo