¿Cómo puede ser que algunas personas produzcan en nosotros un terible desasosiego? Basta con oír su nombre, con encontrarnos cualquier indicio de su presencia,con intuirlo siquiera… y el corazón se encoge, extrañamente amenazado. Hay personas que, definitivamente, no deberíamos habernos encontrado nunca, porque su toxicidad se queda impregnada en nosotros y es difícil desprenderse por más que huyamos, nos alejemos, pertrechemos nuestros muros e intentemos olvidarnos de su nociva existencia. Hay personas cuya mala baba acaba salpicándonos por muy lejos que estemos, por muy a salvo que nos creíamos,por mucho tiempo que pase, por muy seguros que estemos de no merecer sus insidias. Hay personas que nos repelen con una fuerza química inexplicable, o tal vez tenga una explicación muy sencilla. El asco no es fácil de reprimir, se instala en la boca del estómago, y, ante ciertas personas, sólo nos queda vomitar.