Mi abuelo, como tantos otros presos políticos represaliados por las dictaduras, no sólo se vio privado de la libertad y de la palabra, sino también de la alegría y el consuelo de ver crecer a su hijo. Gracias a la palabra poética, el hijo se hace presente a pesar de su ausencia.
La «larga noche de piedra» en que se convirtió la vida de mi abuelo siempre tuvo un consuelo: el amor que profesó a los que él llamaba sus «dos luceros», mi abuela y mi padre.
Nanas del hijo ausente.
Canta niño mío
canta,que aunque lejos
yo me pongo alegre
si tú estás contento.
Canta, juega y ríe
como pajarillo
con ansias de vuelo,
por jardines llenos
de flores y luces,
de hechizo y misterio.
Y que los jazmines,
y que los romeros,
y que las magnolias,
y que los claveles
de color de fuego
sientan tu alegría
como yo la siento.
Cántale a la luna,
canta a las estrellas,
cántale a los vientos.
Cántale a tu madre
mientras que yo canto
a mis dos luceros…
Canta niño mío,
que tu voz de plata
me traigan los vientos,
y alegre las horas
de mi cautiverio.
Manuel de la Peña Piñeiro.
Prisión Central de Alcalá de Henares. 29 de noviembre de 1945.
Poemario a dos voces, ed. La factoría de ediciones.
En el manuscrito original, ya amarillo y ajado por el tiempo, hay borrones de tinta que dejaron las lágrimas. Nunca pregunté si eran de mi abuelo al escribirlo o de mi abuela al recibirlo… Nunca pregunté, porque no hacía falta. ( «Hay golpes en la vida tan fuertes…yo no sé»).
Han pasado los años y las penas. Ellos ya no están pero estamos nosotros: el fruto de su sangre y de sus lágrimas. Y tal vez eso sea lo más parecido a la vida eterna, dejar harto consuelo en la memoria de los que nos aman, para siempre.
No se que decirte me he quedado sin palabras… bueno, que me ha gustado mucho esta entrada.
Besos
Pues gracias por dejarme tus impresiones y tus emociones. Sé que siempre estás ahà y eso me enorgullece, como profesora y como amiga… Un beso.
No sé cómo he podido saltarme este rincón. Cómo he podido pasar por cada entrada y no escuchar esta canción. Tengo las lágrimas en los ojos y no me atrevo a llorarlas. Tengo las lágrimas de tus abuelos a los que no pudieron impedir amarse, pero a los que obligaron a sufrir su amor. Tengo las lágrimas de ese niño al que su padre canta con tanto amor y esperanza, que…que todo queda dicho con sus palabras y ahora las tuyas.
Y volveré a leer tu última entrada. Ese relato de mujeres como Carmen, mi tocaya, que igual anegan mi espÃritu de lágrimas.
Carmen tus lágrimas, las mÃas y las de mis abuelos…Todas juntas uniendo espÃritus afines. Gracias, gracias, gracias.
Que grande, que historia de dolor y de amor llevas al mismo tiempo. A mi bisabuelo paterno le fue mucho peor a principos del siglo veinte, en esas guerras intestinas que asolaban la provincia. Pero mira con tanto sentimeinto y tanta propiedad que sabes decir y honrar la memoria de los tuyos. Un beso Marisa.