Ilustración de Ana C. Martín
El viento del otoño azotaba sin tregua las ramas del árbol. Por mucho que éste se empeñaba, nada podía contra la fuerza de aquel soplo que le despojaba cruelmente de su bello manto de hojas amarillentas. Le gustaba especialmente el abanico de colores que se mezclaban en su copa al llegar septiembre: del marrón al amarillo, pasando por el rojo, el ocre, el sepia y alguna pincelada tímida de un verde que se resistía a ceder su terreno. ¡Pero duraba tan poco aquella fiesta de colores otoñales!… El viento de octubre se había llevado una vez más su abrigo estival, y tan sólo una hoja conseguía sostenerse soportando aquel vaivén incesante.
¡Cuántas veces los vientos del otoño sacuden nuestras vidas empeñados en llevarse todo lo que quedó caduco, el equipaje que ya no nos sirve, el absurdo fardo de lo irrecuperable! Y nosotros, como la irreductible hoja del árbol , nos aferramos a lo que fuimos por miedo a lo que nos depara el largo invierno, sin ser capaces de confiar en el eterno ritual de renacimiento que nos regalará la primavera…
Este otoño que dibujas me hace, si cabe, que me guste más todavÃa, con toda su tristeza, con toda su melancolÃa, estas hojas caducas, con sus bellas tonalidades, que se sacrifican y caen para dar paso a los nuevos brotes de la próxima primavera que estará aquà antes de que podamos darnos cuenta.
Ojalá los vientos de noviembre sirvan para llevarse lejos, muy lejos, todo aquello que nos duela o nos haga infelices.
De corazón te deseo todo lo mejor, te envÃo buenas vibraciones.
Besos y abrazos, Marisa.
Gracias irene, que eres un sol…asà espero que ocurra, pero no estoy muy segura.Besos