Somos invisibles para todo aquel que no quiere vernos , para todo aquel que decide, consciente o inconscientemente, ignorar nuestra existencia. Y así, por más que nos empeñemos en hacernos notar, por mucho que hablemos, gesticulemos o incluso gritemos, seguiremos siendo invisibles. Sólo existimos para quien nos reconoce.
Y permanecemos allí, agazapados, esperando ser vislumbrados y, sobre todo, reconocidos. Porque en ese acto de reconocimiento del otro conseguimos reconfortarnos.
Buscamos en los demás señales de nuestra propia existencia, para intentar así evitar el vértigo inevitable de sabernos solos. Ansiamos ser amados, respetados, tratados con justicia. Necesitamos compartir con los otros para sentirnos vivos. Necesitamos la dialéctica de los contrarios: dar, recibir; hablar, escuchar; dormir, despertar… No tenemos otra forma de conjurar nuestros miedos, de defendernos de nuestros peores enemigos, esos que hacen que seamos invisibles: el silencio y la indiferencia.
Escribiré mi nombre muchas veces…
Tantas como haga falta
para saber que existo,
que no soy invisible
que no desaparezco
ante la indiferencia
de los que me abandonan.
Escribiré mi nombre
con lo que tenga a mano.
con barro, con ceniza,
con sudor o con sangre…
Qué difÃcil es de ver el alma, tan disfrazada siempre, oculta tras el brillo de los ojos, vestida con la voz –que tanto engaña–. Cómo la sonrisa o el ceño, o una mirada torpe, nos convierten en caricaturas de nosotros, de lo que no queremos ser… apenas un apunte. Somos fantasmas de nuestro yo, sombras que se diluyen en las pupilas del contrario, reflejos borrosos que nos hace irreconocibles. Y es verdad que por mucho que gritemos, el otro siempre verá al esperpento de uno, un espÃritu sin matices, y lleno de defectos. Sólo quien es amado realmente puede decirs que ha sido reconocido.
Asà es. Qué hermosa reflexión! Gracias por compartirla.
De esto hablamos y nunca acabarÃamos, y volveremos a hablar y nunca querrÃamos acabar…porque no se acaba nunca…infinita labor que pertenece sólo a unos pocos, que se preguntan, y buscan respuestas… y llegan, y vuelven..y me encanta pensar que reconocerse en los demás sólo no es la respuesta. Ya sabes…escribo como hablo …. Un besazo, y seguimos hablando !
Nunca dejaremos de hacerlo. Y es una certeza que me reconforta.
HermosÃsimo este texto y muy cierto. Pareciera que el otro certifica no sólo nuestra existencia sino a veces hasta nuestro valor. Hay que liberarse de ideas tan limitantes…