«No basta que callemos, y además no es posible…» Luis Rosales.
Vivimos en un extraño país en el que resulta más cómodo ser verdugo, que juez o víctima. «Aquí nunca se hará justicia…» Las mañanas de algunos sábados de mi infancia subíamos, como muchos madrileños, a la Sierra de Madrid, a Guadarrama, a Cercedilla, en busca del frescor y el oxígeno que la capital nos negaba. Nosotros siempre llegábamos más tarde que los demás porque mi padre daba un tremendo rodeo para evitar pasar por El Valle de los Caídos (Cuelgamuros lo llamaban ellos…). Atrás dejábamos aquella cruz que se cernía amenazadora sobre el paisaje, y que ensombrecía el rostro de mi abuela y hacía que mi padre masticara entre dientes frases que yo no lograba descifrar. «Aquí nunca se hará justicia…» de esa frase sí que me acuerdo. Y de que mi abuela me apretaba la mano con fuerza mientras su mirada triste se perdía por caminos que conducían a un antiguo dolor, a una cicatriz que yo heredé más tarde cuando supe por qué nunca visitábamos aquel lugar, ni siquiera de paso… Los derechos humanos no prescriben en la memoria de los que han sufrido ni de aquellos, que amándolos, los han visto sufrir. Las lágrimas de mi abuela, los juramentos contenidos de mi padre, las viejas fotos donde mi abuelos y mis bisabuelos sonríen ajenos a todo lo que se les venía encima, y las miles de historias, los miles de rostros desconocidos que sufrieron durante décadas la humillación, el silencio, la sinrazón, la barbarie, la venganza programada y sistemática, no prescriben. Los niños judíos con su pijama de rayas mirando entre las rejas de los campos de concentración, no prescriben. Las caravanas de exiliados cruzando las fronteras arrastrando penas y maletas, no prescriben. Los presos torturados esperando la muerte en celdas nauseabundas, no prescriben. Los niños arrancados de sus madres y entregados a familias afectas al régimen de turno, no prescriben. El miedo cocinado a fuego lento durante años no puede prescribir. Pasemos página, sí, dejemos descansar a los muertos, sí. Pero leamos todos juntos la página para poder pasarla, con tolerancia, con respeto, con compasión y empatía por los que han sufrido; y luego, que cada uno descanse todo lo en paz que le permita su conciencia.
Estas son las consecuencias de la falsa transición que tuvimos, que no fue mas que una imposición por parte de los poderes fácticos; es decir, los amos de la memoria y los gestores del olvido. FÃjate en algunos «moderados democratas» que han lanzado la coletilla de «no abrir viejas heridas», es tan grosera la trampa que uno se frota los ojos, es la misma frase que decÃa el viejo nazi Heinses en los años sesenta. Ya es por pura decencia. Te felicito de veras por el texto.
«Amos de la memoria y gestores del olvido»… Certera frase Luis. A veces uno ya no puede por menos que , como bien dices, frotarse los ojos y pedir decencia. Un abrazo.
El miedo cocinado a fuego lento durante años no puede prescribir. Pasemos página, sÃ, dejemos descansar a los muertos. Pero leamos todos juntos la página para poder pasarla, con tolerancia, con respeto.
Ufff, me quedo con estas lineas, me enredo en ellas.
Y me gustarÃa utilizarlos en un post enlazandote al resto del texto.
Besos con memoria,
Marta
SerÃa genial!!!. Gracias Marta ha sido todo un regalo descubrirte por estas redes llenas de amnesia y ojos cerrados. un abrazo
«…una cicatriz que yo heredé», me gusta muchÃsimo la frase, pero no lo que pesa en el alma. Menuda herencia.
Lo cierto es que heredé esa cicatriz pero también el amor por la literatura, por la cultura, por la palabra… El dolor de los mÃos, su derrota, se palpaba en muchos momentos, pero siempre digo que me enseñaron el valor del amor en los momentos difÃciles, cuando todo se ha perdido: los libros, la casa, la fortuna familiar, el trabajo, la posición social, hasta los amigos (muertos, exiliados, desaparecidos) Fueron supervivientes agazapados. Mi abuela no pudo volver a enseñar, mi abuelo fue encarcelado, torturado, condenado a muerte tres veces, separado de su familia que partió al exilio. En fin todo muy triste… ¡Menuda herencia! Un abrazo.
Cuánto dolor han provocado estos asesinos. Aparte de las muertes fÃsicas han conseguido dejar otras secuelas, esa amnesia que se puede observar todavÃa ahora en tanta gente que no se molesta en informarse, en saber. Hay demasiados ignorantes que prefieren la comodidad de mirar para otro lado.
Gracias por compartir con nosotros estos dolorosos recuerdos, Marisa.
Un abrazo.
Pasé una infancia feliz pero, a veces, una cortina negra lo envolvÃa todo… He visto llorar a los mÃos lágrimas de amargura y desesperación. De impotencia, de pérdida, de desolación. Pero el recuerdo que tengo de mi abuela es el de sus palabras. Siempre contándo historias para que no se perdiera nuestra memoria familiar y llegara hasta aquÃ. Yo tengo la antorcha, el testigo, y no puedo apagarla y callar, como si nada.
Un abrazo Eusebio
Si me permites, casi he sentido ese apretón de mano de tu abuela como si fuera un poco mÃa también. Un poco de todos los que compartimos esta triste historia que no prescribirá nunca en nuestros corazones. Y no prescribirá porque cada dÃa aparece una historia nueva de injusticia mientras los mismo de siempre se giran hacia otro lado o directamente niegan la propia historia.
Espero al menos poder leer esa página, contada esta vez por las propias vÃctimas.
Gracias por hacer que ese dÃa parezca posible que llegue. Pero sobre todo, gracias por tu empuje.
Gracias por tu visita a Llueve Revolución, y por este homenaje tan bonito como necesario.
Y esperemos que sà se haga justicia. Besos.
Carmen, como ella… Creo que os hubiérais llevado muy bien…
Sabes el regalo que has sido para mÃ, por todo: tu sensibilidad, tu lucidez, tus bellas palabras acompañándome siempre. Me gusta que estés aquÃ, en esta particular cruzada mÃa, en este empeño contra la amnesia y la desmemoria. Un abrazo, que nos une a las tres, gracias a las palabras.
Gracias por estar aquÃ.
Spender, gracias por tus palabras. Espero que tengas razón. Un abrazo. Seguiré pasando por tu página.
Gracias Marta, no tengo palabras.
No tengo esa experiencia de los mÃos oscurecidos por el dolor, aunque alguna cosa hubo que al cabo del tiempo salió de la sombra. Eso fue lo que me dejó helada: la capacidad de silencio, el silencio de cemento. El miedo.
Es necesario el reconocimiento: devolver su lugar en la historia a todos aquellos a los que se les negó.
Un abrazo.
Gracias Luisa por venir y leer, y sobre todo por dejar tus palabras. Bienvenida.
Ahora mismo; se tortura con el miedo a perder el trabajo. Los directores engominados de RRHH de las multinacionales aplastan la dignidad de los que estamos debajo de ellos (perdona el rollo, pero solo aquà puedo hablar…).
Ahora mismo; tengo dos amigos despedidos por decir la verdad: que los sindicatos mayoritarios ( mafiosos y cobardes) venden los derechos ganados con sangre y sudor en la década de los 60…
Ahora mismo; siento rabia y verguenza por todos los que miran a otro lado cuando se mancha el honor de los que se dejan la piel por todos.
un beso revolucionario
Con las palabras justas describes una situación que tantos hemos vivido. La conclusión final delata una grandeza de alma que, por desgracia, no parecen compartir gentes como quienes esgrimen el olvido desde la sotana apolillada. En fin, besicos y enhorabuena por escribir asÅ
Tan sólo esa media sonrisa triste en portada aplaca mi llanto por tanto dolor sin sentido.
Muchas gracias querido amigo. Vuestros comentarios demuestran que el olvido no será tan fácil. Un abrazo y… seguimos compartiendo versos y palabras
Santapuedes decir lo que quieras… FaltarÃa más. Gracias por pasarte por este otro blog mÃo.
Tienes razón, ¡cuánto dolor sin sentido…! Un abrazo.
EscrÃbenos más cosas, cuéntanos lo que sabes, lo que ellos te contaron, que no se pierda… ¿ Por qué no nos vuelves a dejar alguno de los cuentos dónde recreas las peripecias de tu abuela,sus experiencias de posguerra, o las de sus amigas exiliadas? Espero uno esos pronto….
Besos, valiente
Retomaré aquel cuento de «Carmiña cose y cose» que publiqué en «La voz libre». ¿Qué te parece? Un beso. Estate atento que lo subiré cuando pueda. Va por ti…
Parece ser que en este paÃs no existe nunca un momento oportuno, ni un tribunal nacional competente, para hacer cumplir unos derechos universalmente reconocidos, a miles de victimas sin nombre, pero con memoria.
Declaración Universal de los Derechos humanos
1948
ArtÃculo 8
«Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.»
Los derechos humanos no prescriben…Pero , por desgracia, se violan y se pisotean impunemente.
Gracias por estar ahÃ
Gracias por tu comentario
Me gusta el contenido y la forma: la vasija y agua de la que todos deberÃamos beber.
Muy buen texto, con buna materia.
Yo nunca estuve en Cuelgamuros… ni pienso estar… PIENSO AHORA.
PAQUITA