No quiso ser,
y rompiendo los abrazos,
se nutrió de silencios.
Se alejó con el viento del sur
y se llevó sus manos
de alfarero sabio,
y la sonrisa cálida.
Y cayeron los pétalos del calendario…
Los poemas amarillearon
en cajones de olvido.
Ella fue feliz,
acaso el también…
Sembraron caricias
en cuerpos solitarios
y aprendieron a amar.
Pero algunas veces
él susurra su nombre,
y ella siente en sus manos,
aun estando muy lejos,
el latido tenue
de su corazón.
¿Y el abrazo? ¿Adónde irá a parar el abrazo?
Lo buscamos donde no puede ser encontrado, y lo perdemos definitivamente…
Sólo estarÃa como la «Muerte en el olvido»
«Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
—oscuro, torpe, malo— el que la habita…»
ANGEL GONZÃLEZ
¡Angel González! Existir en el otro, saberse amado, querido, vislumbrado… ¡Qué plenitud!