Fue una tarde de lluvia del año 90. Decidí resguardarme del absurdo aguacero inesperado entre los cálidos estantes de una librería. Todavía quedaba algo de tiempo para que pasara de nuevo el autobús y decidí comprar uno de los libros que debíamos leer aquel último año.
Después de conseguir lo que andaba buscando, salí a la fría humedad de las aceras y me dispuse a esperar el autobús bajo una marquesina atestada de gente. Ante el previsible retraso y aprovechando la luz de la tarde que aún se resistía a abandonarnos, saqué mi libro nuevo dispuesta a disfrutar del olor inconfundible de las hojas en esa primera lectura. Siempre me ha gustado el olor, el tacto, la tibieza, de los libros recién comprados. Abrí la bolsa y leí: César Vallejo. Obra poética completa.Alianza tres . Era un libro verde que todavía me acompaña tras mis múltiples mudanzas, eso sí, con el lomo bastante deslucido… Leí el primer poema y nunca olvidaré el impacto emocional que me produjo:
LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o lo heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
La lluvia seguía cayendo, y yo allí con los heraldos negros, los mensajeros de la muerte, los golpes de la vida ( «tan fuertes…¡Yo no sé!»). Los autobuses pasaban y ninguno era el mío. Y yo allí, con ese Dios iracundo y silencioso, con ese hombre perdido con su dolor a cuestas, con mi dolor pugnando por hacerse algún hueco, con la culpa, la pena, los puntos suspensivos.
Una tarde de lluvia leí a César Vallejo. Tenía veintiún años y algún que otro sinsabor en mi maleta. Me empapé de su poesía existencial, desnuda, humana, que se iba volviendo tensa, abrupta, despojada, con un expresionismo que rozaba el absurdo (ese salto de la analogía a la ironía, que lleva del modernismo al vanguardismo) , y de allí un acercamiento al surrealismo para recuperar de nuevo el humanismo existencial , el compromiso social, y la utopía.
PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y,
jamas como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…
CÉSAR VALLEJO (Santiago de Chuco, 1892- París, 1938)
Y se murió en París, con aguacero, no sé si un jueves, no sé si llovería; sólo sé que yo le leí por primera vez en medio de la lluvia, y los que pudieron ver mis lágrimas se confundieron, y seguro pensaron que esa joven imprudente y distraída no se había resguardado lo suficiente de aquel aguacero otoñal… Y tendrían razón, porque todavía, a estas alturas de mi vida, no he aprendido a resguardarme ni del dolor, ni de la lluvia.
¡Qué bonito lo dices Marisa! Me gusta cómo transmites la experiencia personal de la lectura. ¡Si parece que te veo, allÃ, en los años de facultad, con tus libros siempre a cuestas…!
Siempre he querido transmitir eso precisamente: la vivencia personal, la lectura como hecho individual, al margen de lo puramente académico… Los conocimientos ayudan mucho a la comprensión e interpretación de los textos, y son esenciales para situarlo en sus coordenadas espaciotemporales ( el «cronotopo» que decÃa Batjin), o para desvelar referencias que enriquecen sustancialmente su significado. Pero hay una lectura personal, única, Ãntima, que se basa principalmente en la emoción, en la evocación, en la simpatÃa o antipatÃa que un texto nos produce. Me alegra haberte transmitido esa experiencia. Un abrazo.
Tú y yo hemos hablado muchas veces de literatura y de las múltiples interpretaciones de un texto, y de los «pedantones al paño» que creen que les pertenece la poesÃa por ser una élite, y del difÃcil equilibrio entre lo popular y lo populachero, y de que nos puede gustar igualmente un poema de Cirlot o una seguidilla de Machado… En fin sé que te han criticado mucho tu «falta de rigor filológico» ( algunos que no te conocen, ni han leÃdo tus trabajos y tesinas) porque te gusta que los alumnos disfruten los textos y no los padezcan, y que querÃas que en tu blog la literatura estuviera viva y personalizada, lejos de las listas cerradas y las clasificaciones. creo que lo estás consiguiendo. Somos pocos, pero apreciamos tu labor. Un abrazo.
Pues me alegra que me lo digas porque últimamente voy y vengo de las crisis de fe como un péndulo… A veces me da por pensar que estoy clamando en un desierto ofreciendo agua a quien no quiere beber (bien porque no tiene ni pizca de sed, bien porque el agua le parece vulgar, o bien porque ni siquiera le interesa lo que digo…). Pero otras veces salgo del desánimo con otro poeta y otro verso de la mano, con otra experiencia literaria, única o compartida y la dejó aquà «como quien espera al alba»… Un abrazo también para ti
Marisa, los dos primeros versos de Piedra negra sobre una piedra blanca son también para mà de los que golpean suavemente la memoria de vez en cuando; como la lluvia, siempre vuelven.
No sé, no te preocupes tanto por las cosas, ni te desanimes porque se te escuche o se te deje de escuchar: nunca podrás controlar eso. Mejor disfrutar de la conversación (o padecerla.-) como hacemos cuando llega el buen tiempo, con agradecimiento y ya está.
Asà aprovecho para agradecerte toda tu amabilidad siempre con mis textos, que es más de la que esperaba y seguramente mucha más de la que merezco. Y te felicito por los tuyos, en especial por el dedicado a Rubén DarÃo.
Un abrazo.
Todas mis palabras de admiración hacia ti son fruto de la experiencia grata de leerte. En realidad lo de que me escuchen no me preocupa siempre, sólo en momentos de desesperanza, o de aguacero melancólico, o de absurda falta de fe en mà misma… Por suerte son sólo pasajeros y como ya me dijiste una vez, me aferro a la autenticidad, a la sinceridad y al deseo de hacer las cosas bien.
Un abrazo para ti y mil gracias por tus palabras.
Creo que te entiendo. Vivimos en un mundo en el que todos vamos muy deprisa y no nos paramos a mirar lo que nos rodea y mucho menos a leer o a participar en cualquier iniciativa que no sea «estrictamente necesaria». No dejes que nada te afecte y sigue hablándonos de literatura y de todo lo que quieras guapetona.
Pues en eso estoy, en crear un lugar en la red en el que se hable de literatura de ahora y de siempre, y de aquellos temas que me preocupan, o me apasionan, o me asombran.
Vuelvo a decir que a veces me desanimo porque soy humana y muy, muy imperfecta, emocionalmente inestable y permeable con todo lo que me rodea. Pero me siento agradecida por tener la suerte de , (gracias a este extraño soporte virtual que nos da la tecnologÃa), haber conocido gente estupenda a la que admiro, y haber retomado el contacto con gente de siempre en una nueva faceta. Abrazos
Me llego el poema con el eco de la cancion «Trilce» (Jose Antonio Labordeta) ahora no puedo separar la musica, el poema, la letra de la cancion y las vivencias personales. Nada tienen que ver con las comentadas arriba, pero aunque vivo en un mundo seco, la humedad de la nostalgia y la melancolia de lo ido tambien me calan los sentimientos.