Voces amigas

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Hoy quisiera dar voz a todos aquellos que, con mayor o menor asiduidad, pasáis por este rincón literario. Me gustaría realizar una sección en la que todos reflexionemos sobre aquellos libros o autores que marcaron momentos importantes de nuestra educación sentimental. Poetas, novelistas, historiadores, filósofos… Una pequeña reseña personal, sin intención de exhaustivo estudio filológico. Si os apetece participar en esta aventura (lo cual me llenaría de alegría y «secreto» orgullo) sólo tenéis que enviar vuestras reseñas a la dirección de correo enredandopalabras@yahoo.es. La sección permanecerá abierta siempre, así que podéis mandar todas las reseñas que queráis hasta un máximo de veinte. Espero que recojáis el testigo y no dejéis que la iniciativa caiga en el olvido. Aguardo con impaciencia vuestras palabras para poder enredarlas en esta bitácora, porque sin voces amigas estamos condenados a la soledad.

13 opiniones en “Voces amigas”

  1. Estupenda idea, intentaré afilar mi pluma a ver si consigo escribir algo coherente y con el sentido suficiente como para ser digno de tu blog.

    Un abrazo

  2. Sólo por responderme me veo en la obligación de aportar mi granito de lo que sea a tu paranoia, que me parece generosa y divertida. Eso sí, no me pongo fecha, que nunca cumplo las entregas preestablecidas o como se diga eso. Espero no olvidarme de hacerlo, que a mí se me suele ir la castaña bastante.
    Saludos y sonrisas.

  3. Hola Marisa:

    Gracias por darte una vueltita por mis Divagues.
    Interesantísima esta iniciativa. Trataré de aportar algo. Seguramente será sobre Idea. Hoy Lunes 18 fue su cumpleaños 88. Ayer estuve con ella y le tuve la mano apretada 10 minutos. O menos. No sé. Pero fue suficiente para sentir que en cierto modo las cosas volvían a su lugar. Acariciar esa piel ya transparente. La piel de Idea. Esa mano. Estuve muchos años debiéndole esta visita y con miedo a que se muriera sin volverla a ver. Está internada en un Sanatorio con un fuerte ataque de asma. Espero que sea algo pasajero.
    Te cuento una anécdota graciosa que por discreción no la pongo en mi blog:
    Mario Benedetti, también de 88, está bastante enfermo y no puede ir a visitarla. En su lugar le envió a su secretario con su último libro, recién lanzado:»Testigo de uno mismo», con una dedicatoria que rezaba: «A Idea, una gran amiga». La reacción de Idea fue: «Qué hombre sin gracia para expresar sentimientos, ponerme a mí algo tan insulso como «gran amiga»»
    Bueno, a alguien se lo tenía que contar.
    Me voy a leer tus poemas del otro blog.

  4. Gracias a todos por responder a esta llamada literaria. No hay prisa, así que tomate tu tiempo amigo Popi.
    Santi, qué bella anécdota, qué humana. Si puedes transmítele a Idea la emoción y la devoción que está causando entre muchos de nosotros y cómo su poesía nos ha impactado. Será un placer recibir tu aportación. Es una anécdota preciosa, cuéntala en tu blog. No será indiscreción, será «intrahistoria literaria». Un abrazo a los dos.

  5. De acuerdo, «hagamos un trato», sigamos mirando a lo lejos sin miedo, veremos la luz del horizonte y podremos sentarnos y sentir que no estamos solos.

    «si otras veces
    me encuentra
    huraño sin motivo
    no piense qué flojera
    igual puede contar
    conmigo

    pero hagamos un trato
    yo quisiera contar
    con usted

    es tan lindo
    saber que usted existe
    uno se siente vivo
    y cuando digo esto
    quiero decir contar
    aunque sea hasta dos
    aunque sea hasta cinco
    no ya para que acuda
    presurosa en mi auxilio
    sino para saber
    a ciencia cierta
    que usted sabe que puede
    contar conmigo.»
    Mario Benedetti

  6. Últimamente no puedo dejar de pensar en Los girasoles ciegos, la novela de un amigo que ya no está. Todo comenzó como un cuento breve que presentó a un concurso literario. El resultado fue una novela que no es sino un conjunto de cuentos breves en los que cada palabra ha sido medida, calculada, cuidada y regurgitada… Recuerdo que Alberto Méndez era un enamorado de la palabra, del español, y eso se notaba no sólo en cada renglón suyo, sino en cada charla. Como a ti, Marisa, le apasionaba el cine. De hecho, creo que de alguna forma, maquinó su novela desde una óptica cinematográfica, casi pensando en el rodaje de esa película que José Luis Cuerda ha rodado a partir de su libro.

  7. ¡Qué alegría verte por aquí! Escríbeme una reseña con tu experiencia literaria cuando leíste Los girasoles ciegos.¡Sería precioso! Espero el resultado con impaciencia.Un abrazo.

  8. Siempre tiene que haber una brujula, una luz guía. Nos es cómodo asumir este papel porque el entramado de lo cotidiano suele conducirnos a la inquietud del ratón que recorre kilometros en la ruedecilla de su jaula. Es muy de agradecer que de vez en cuando alguién sea capaz de parar esa carrera hacia ningún lugar y se dedique a buscar la manera de fugarse de su jaula y además nos invite a los demás a hacer lo mismo.

  9. Verte por aquí me causa una alegría que no tiene palabras, querida amiga del alma. Espero que te animes a pesar de tu loca agenda y nos regales alguna de tus lecturas personales, esas que te han ayudado a ser la increíble persona que ahora eres. Un abrazo.

  10. Te mando unos versos de Walt Whitman porque creo que van muy bien para cualquier iniciativa literaria y para más cosas.

    ¡Poetas futuros, oradores, cantores, músicos futuros!
    No me jstificará este día ni reponderá por mí,
    Pero vosotros, de una generación nueva, pura, atlética,
    continental, más grande que todas las generaciones
    conocidas,
    ¡Despertad, pues tenéis que justificarme!

    Yo no hago otra cosa que escribir una o dos palabras indicativas
    para el porvenir;
    No hago otra cosa que avanzar un instante, y luego me vuelvo
    apresudaramente a las tinieblas.

    Soy un hombre que, vagando a la aventura y sin detenerse, os
    dirige una mirada casual y vuelve el rostro,
    Dejando que vosotros lo analicéis y lo defináis,
    Esperando de vosotros lo más importante.

  11. ¡Qué grande Whitman! Yo lo leí por primera vez un verano del «siglo pasado» (correría el año 89 o 90) en la playa de Rosas. Recuerdo la arena, una playa muy poco concurrida, y mi libro de Whitman lleno de arena que yo me empeñaba inútilmente en desterrar de sus páginas. Me lo traje lleno de arena y así, abombado en alguna de sus páginas, reposa todavía en las desordenadas estanterías de mi librería. Me has hecho recordar aquel «Canto a mí mismo» leído en un instante de juventud plena, y han venido hasta mí aquellos veinte años, y cuántas cosas nos quedaban aún por aprender…

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