La paz y la palabra…

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Para este nuevo año pido sólo la Paz y la Palabra. Y reivindico el derecho de todos a decir lo que pensamos, a creer en utopías imposibles, a ser filántropos pueriles, o misántropos declarados. A ser amables, aún a riesgo de ser pesados… A reír, a llorar, a hacer incluso el ridículo. A equivocarnos, a pedir perdón, a ser perdonados, y a perdonar, si hace falta (porque ninguna afrenta es en el fondo tan importante, sólo la muerte no tiene solución y, cuando venga, “tendrá tus ojos”).
Reivindico el derecho de todos los seres humanos a ser tratados como tales, y no como ganado, o como basura, o como medio para conseguir un fin.
Y reivindico también la poesía, necesaria palabra en el tiempo, imprescindible para entender el mundo y para entendernos a nosotros mismos. Sin poesía el mundo es más oscuro, más gris, más inabarcable e incomprensible.
Sé que parece fácil sumarse a estas peticiones y subirse al carro de los buenos deseos. Pero es que, yo, lo creo de verdad; y soy de esas personas, ingenuas e idealistas, que piensa que otro mundo es posible, y que, lo importante, es plantar la semilla, aunque no podamos ser nosotros los que recojamos los frutos…

Mi naturaleza.

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Cuentan que el escorpión, mientras clavaba su terrible aguijón a la tortuga que le llevaba de vuelta a tierra provocando que ambos se hundieran para siempre, no pudo sino exclamar «¡es mi naturaleza!»… Y sí, todos tenemos nuestra naturaleza. Por eso yo repito tantas veces los mismos errores: porque está en mi naturaleza. No puedo evitar ser confiada, cálida, hipersensible, afectuosa, indecisa e impetuosa. Y por mucho que me diga una y otra vez, nunca más, nunca más, nunca más… de nada vale: me puede mi naturaleza. Porque está en mi naturaleza optar por las causas perdidas, ponerme del lado de los derrotados, de los perdedores, de los olvidados. Está en mi naturaleza recordar a los que me amaron, honrar a los que me precedieron, llorar con los que lloran, sufrir con los que sufren, emocionarme con los que se emocionan. Así que este año , más de lo mismo, porque yo soy así y es mi naturaleza. Seguiré empeñada en reivindicar causas que creo justas, en implicarme en proyectos «trasnochados» para que otro mundo sea posible, en tener ideales y difundirlos, en no caer en el cinismo ni en la complacencia. Viviré con mis contradicciones, y arrastraré mis derrotas y empujaré mis sueños… porque soy imperfecta y me emociono con cosas muy dispares, y quiero que me quieran, y adoro compartir ( las glorias y las penas) y acepto que, por más que yo me empeñe, ésta es, sin duda, mi naturaleza.

«Speculum principis»

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A mis hijos, Irene y Pablo con la esperanza de que algún día les sean útiles estos consejos.

(I)

Atreveos a volar, no le tengáis miedo a las alturas. Respeto sí, pero nunca miedo. Habrá quien, desde allí, intente convenceros de que no es vuestro sitio. Que digan cuanto quieran, porque… si un espíritu libre y deseoso de aprender quiere volar, ¿quién puede impedírselo excepto su propio abatimiento?
No os dejéis abatir. Remontad siempre el vuelo…

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(II)

Aceptad las críticas, mas no os dejéis influir por ellas más de lo necesario. Es imposible que no os afecten, pero es importante que no os hagan sufrir.
El ego se alimenta de las palabras hermosas que otros nos dedican (aunque siempre hay quien se autoinflama), así que, si no se lo alimenta, enfermará,
os hará creer que no valéis nada, y sembrará la duda y el desconcierto en vuestros corazones.

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(III)

Por mucho que valga un hombre, nunca tendrá el valor más alto que el de ser hombre” Antonio Machado.
No lo olvidéis nunca. El valor que le adjudicamos a los que admiramos no debe convertirse en absurdo servilismo. Ninguna persona vale más que otra por el mero hecho de ser persona. Otra cosa es el éxito, la fama, el reconocimiento, la fortuna que sonríe a los audaces y a los que tienen un buen padrino. Pero vuestro valor se da por descontado, haced buen uso de él y reivindicadlo siempre que sea necesario. Ese sencillo principio de igualdad y respeto al semejante os alejará del despotismo y de la altanería.

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(IV)

La verdadera fama, lo más parecido a la vida eterna, es permanecer en la memoria de los que os amaron. Amar y ser amado es el verdadero éxito. Haced cosas que os gusten, desarrollad vuestras capacidades y vuestro talento, pero siempre sin compararos demasiado con los demás. Buscad vuestro lugar en el mundo y sembradlo de lo que os hace felices.La medida del éxito o del fracaso debéis ponerla vosotros mismos. Habréis triunfado si os sentís felices, independientemente de lo que piensen u opinen los demás.

Los que conmigo van.

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«yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va…»

Este verso siempre me ha parecido de los más bellos y enigmáticos de nuestra literatura. Tiene múltiples interpretaciones, pero a mí siempre me gustó aquella de que sólo mostramos lo que en realidad somos, el profundo secreto que todos guardamos, a las personas que caminan junto a nosotros, que nos acompañan, que nos aceptan y nos eligen entre la multitud.
Este año tal vez haya dicho mi canción a demasiada gente sin pararme a pensar en las consecuencias. Ha habido de todo, pero los sinsabores y las decepciones se olvidan y son agua que corre, y no debemos dejar que se estanque. El contrapunto lo ponen todos los que han escuchado mi canción y, sin conocerme, se han sentado a mi lado, se han enredado en mis palabras y me han emocionado con las suyas. Han sido muchos los que han unido su voz a la mía y así hemos tendido manos, hemos cruzado puentes, intercambiado versos, prosas y amigos, y multiplicado los afectos.
Si alguien me preguntara si ha merecido la pena abrir esta ventana al exterior, exponerme, mostrarme, dejar mis flancos al descubierto sintiendo como la daga entra directamente al corazón, sin dudarlo un instante contestaría sí, ha merecido la pena. Y aquí dejo mi canción, a la libre disposición de quien quiera detenerse a escucharla.

Fantasmas

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«De todas las historias de la historia,/la más triste, sin duda, es la de España(…)» J. Gil de Biedma

Vengo de visitar algunos blogs con una profunda tristeza. Blogs donde se anima a celebrar el 20N y a enaltecer la figura del caudillo, y donde se desprecia profundamente la memoria de los perdedores de la infame guerra que nos dividió y nos separó para siempre. No son blogs de partidos políticos de ultraderecha, sino bitácoras de carácter heterogéneo donde se habla de cine, literatura y opinión, pero… ¡qué opinión! Traigo el corazón helado, y un nudo en la garganta, y un sabor a pólvora quemada en mis labios.
Y,en estos días, no puedo sino apenarme e indignarme cuando leo o escucho a los que, nacidos y criados a la sombra de un sistema de libertades civiles, amparan, protegen y añoran un régimen totalitario y devastador que se construyó sobre la muerte, la represión y la venganza. Me enerva y me duele en lo más profundo de mis entrañas, y más profundo aún, escuchar el desprecio con el que tratan a los vencidos de la guerra civil y a sus familiares que ahora claman justicia y reparación. Incapaces de hacer causa común con aquellos que creían en lo mismo que ellos ahora disfrutan, no hacen sino minimizar el profundo dolor de los que lo perdieron todo y referirse a la cruel dictadura que protagonizó el fascismo español como «el régimen anterior» y al dictador como a un venerable ancianito ya muerto al que hay que dejar descansar en paz. En fin, RIP pero con la verdad, con el justo lugar que ocupan en la historia los sanguinarios, con Hitler, con Mussolini, con Stalin, con Pinochet. Los escucho reírse de los represaliados a los que tildan de «rojos» y revanchistas y no puedo por menos que pensar en los poemas de mi abuelo y con ellos en toda la verdad, la verdad de los míos, sus lágrimas de sal y su dolor profundo e infinito; porque la sombra de la memoria también es alargada…como la de su odio y su crueldad. Menos mal que me queda la poesía, la palabra, la vida, la belleza, la esperanza. Pero siento que hemos perdido irremediablemente, porque mientras haya quien se deje seducir por los totalitarismos, por la fuerza, por los dogmatismos, por las ortodoxias y los fanatismos ideológicos, el fantasma de la barbarie, de la intolerancia y de la violencia nunca será enterrado.
—–
PD. Ya se pueden dejar comentarios. lo arreglé por fin.

Los sabios "latiniparlos"

«Filosofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento «

A. Machado

¡Y cuánto saben todos!
Y yo, ¡qué poco sé!
Cuántas ínfulas vacuas,
palabros imposibles,
conceptos sin sustancia,
 infames  laberintos
que sólo nos conducen
al laureado ombligo
de los ineptos sabios ,
que creen saberlo todo.
¡Qué listo es todo el mundo!
¡Y qué tonta soy yo!
Cómo opinan de todo
con extrema arrogancia,
con superior desvelo,
con desprecio profundo,
e incluso, con rencor…
Y qué profundamente machadianos
nutridos en potajes de convento
tan subidos, tan cultos, tan  proteicos
( cambiando al son que tocan,
o al que les va mejor).

Homo viator

 

Somos, en tanto hay otro que nos mira.
Somos en tanto hay otro que nos ama,
somos siempre que alguien nos entrega
pero más, si nosotros entregamos.
Crecemos en la soledad de los caminos,
pero si andamos solos nos perdemos.
Necesitamos ser reconocidos,
amados, requeridos, vislumbrados…
Y cuando ya no estemos,
cuando no haya respuesta en el silencio,
seremos por que habrá quien nos recuerde.

——

La fama es transitoria, la memoria no.

 

pd. Si queréis dejar comentarios podéis hacerlo aquí.

El sueño

 

 

Hoy soñé con mi abuela. Había un campo de margaritas y ella me llamaba para que me acercara a su lado. A medida que  intentaba acercarme las margaritas se hacían cada vez mas grandes y el campo más tupido e impenetrable. Ya sólo podía escuchar su voz. «¿Todavía dudas?», me decía… Y yo, encerrada en un cuerpo de niña, intentaba a duras penas abrirme paso hacia ella, hacia su abrazo, hacia su cálida presencia.

Lo siguiente que recuerdo es que estábamos en la cocina de la que fue mi casa paterna, y ella  removía con energía un guiso que hervía en un puchero mientras yo, algo mayor que en la anterior escena, la contemplaba extasiada sentada frente a ella. » Tú tienes tu propia voz. No la escondas, no la disfraces, no la temas. alguien, algún día, la escuchará». Ha sido una noche extraña y agitada.

El tiempo ha pasado. Y mientras su recuerdo me acompaña  pienso que ahora sé cuál es mi voz. Va cambiando en sus tonos y matices, pero reconozco su timbre y su color. Ha madurado, se ha mezclado con múltiples aromas, ha gritado, ha susurrado, ha buscado su sitio, e incluso ha enmudecido durante largos periodos.

 Habrá quien la escuche y quien la repudie, quien se quede a disfrutar y la haga suya, y quien huya despavorido porque no se identifica en absoluto.

Tras las modas y los movimientos, tras las transgresiones y los clasicismos,  la autenticidad es lo que importa. Escuchar la voz del alma, la que viene de dentro, la que nos reconforta. La que nos define frente a los demás. La que, al final,  configura nuestra forma particular de relacionarnos con el mundo.

La esposa fiel

                 “Mirad, ésa es Castilla, parece de miel…” 

                                                              Mª Teresa León.

 

  “Mirad Castilla, parece de miel…” La voz de Ximena viene ahora a mi memoria como una brisa fresca. Recuerdo aquellos ojos claros de su primera juventud, cuando a la corte de León llegó una doncella hermosa a compartir el lecho, y el triste destino, de Rodrigo Díaz de Vivar. ¡Y los celos de Urraca! ¡Cuánto mal les traerían! 

  La primera vez que ante mis rudos ojos apareció su delicada imagen, como una virgen tallada por manos divinas, no pude por menos que turbarme, y no me quedó sino agarrar con fuerza el puño de mi espada recién forjada en la sangre enemiga, recordando así a mi amigo y señor don Rodrigo, compañero de batallas y esposo y dueño de la que allí se me representaba cual imagen sagrada (¡quién sabe si por obra de Dios o del mismísimo diablo…!). Me dirigía con paso presto a poner al día a mi señor Don Alfonso de los últimos movimientos contra el infiel en las inestables fronteras, cuando la vi, apoyada en el alféizar de la ventana: el cabello rubio y suelto; delgada, serena, espigada (digna rama de los condes Lozano). Me fui acercando sin que mis pesadas piernas obedecieran a la negativa feroz de mi intención, y cuando mi aliento rozó levemente su mejilla, volvió su rostro hacia mí, y su voz sonó en mi oído como un bálsamo suave y tentador:

    -Mirad Castilla, parece de miel.

  – Yo, señora, tan sólo puedo mirar vuestra hermosura.

  En sus ojos se dibujó una sombra. Apartó su rostro del mío bruscamente y fijó su mirada en el sol que se fundía a lo lejos, en una lenta agonía malva y rosa. Dos cuervos negros surcaron el cielo y sus graznidos parecían anunciar oscuros presagios. Me pareció ver temblar sus labios … ¡Pero no podría jurar que fuese cierto!

  Años más tarde la vi despedirse de su esposo en San Pedro de Cardeña. “Los gallos quebraban albores” y a todos se nos espesó el ánimo. Yo troté mi caballo junto al Cid.

  -¡Ánimo Alvar Fáñez!- y su potente voz rasgó el silencio de la mañana- “de nuestras tierras nos echan, pero cargados de honra hemos de volver a ellas”.

  Bajo aquel fuerte aldabonazo se estremeció la tierra castellana (triste, miserable y solitaria). Las grandes puertas monacales cedieron al empuje de los frailes, que aparecieron ante nosotros cabizbajos y humildes. Yo sabía que Rodrigo, tras su porte altivo, sentía su corazón desgarrado y desnudo. Y casi puedo ver entre las brumas de los recuerdos, la figura de Ximena avanzando firme (rígido su cuerpo bajo el brial). “Adiós mi señor, mi bien, mi ventura. Yo os esperaré aquí, cargada de deberes, mientras batalláis en tierras extrañas. Mi lealtad y mi fe, siempre estarán allí donde os lleve fortuna con sus pasos…”. Ximena lloraba desgranándose, abriendo surcos de dolor en sus mejillas… Y he de decir, si mi memoria no me engaña, que vi también llorar a don Rodrigo la pena amarga y honda del desterrado.

  Años después, ganada ya Valencia al enemigo, ungido de honor y de gloria regresé a por Ximena, para llevarla al que habría de ser su nuevo hogar. Cuando la vi comprendí lo que años de soledad y de silencios pueden hacerle a una esposa abnegada.

  Aquella misma noche partimos para Valencia. ¡Nunca olvidaré aquel viaje! Sentía la mirada de Ximena sobre mi nuca como mil mariposas de alas blancas. Yo, que siempre fui ejemplo de la lealtad ciega al Cid, me veía irremediablemente arrastrado por el deseo hacia el oscuro pozo de la deslealtad y el deshonor.

  -¿Cómo son las moriscas, Minaya?- su voz rompió la calma de la naciente alborada – ¿Tiene la tez de canela y los pechos duros y redondos como manzanas maduras?

    La miré perplejo.

   -Pero señora- balbuceé a duras penas- ¿quién os ha metido todas esas barbaridades en la cabeza?

¿Quién ha perturbado así vuestro casto pensamiento? Las moras son moras… ¡Y ya está! Son mujeres…No sé.

  -Minaya, Minaya…- y en sus ojos profundos e infinitos adiviné una sonrisa de complicidad- No disimuléis conmigo.

  -Mi señora, yo sólo puedo contar aquello que he vivido. Y de éste tema poco os podré contar.

  -¿Queréis decir con eso que no tenéis una amante morisca escondida en los arrabales de la ciudad?- su voz sonaba como el agua que fluye de una fuente, fresca y cantarina, juguetona y vital. Me sorprendía reconocer a Ximena en aquella mujer tan mordaz, e incluso lasciva.

  – Me ofendéis pues bien sabéis que mi corazón siempre estuvo ocupado…

   -Vuestro corazón, pero… ¿y vuestro lecho?.

   Deseaba besarla. Deseaba estrechar su cintura de nieve y acariciar su rostro marchito y triste.Deseaba contarle la verdad. Decirle que su bienamado esposo sí guardaba una amante morisca en el arrabal … Pero no dije nada. No podía, no debía tirar por tierra tantos años de sacrificio y entrega.

  -Minaya, yo tengo un lugar en la historia. El deber ha marcado a hierro y fuego el sendero de mi vida. Me debo a mi esposo y a mis hijas, me debo al reino de Castilla y a su destino. El Señor así lo quiso y a mí sólo me queda acatar su voluntad.

 - ¿Y vuestras cuitas, vuestras preocupaciones?

  Mi sangre hervía de amor. Sentía su pena como una daga clavada en mis entrañas. Intenté coger sus manos en un vano gesto de acercamiento, que ella, muy a su pesar, no pudo sino rechazar.

  -Sólo eso: cuitas. Heridas del alma que cicatrizan con los años. Rodrigo ya no es mi Rodrigo. Es el Cid. Él me necesita, mis hijas me necesitan, el pueblo me necesita. Para hacer de mí una leyenda épica de mujer fiel, de “gran señora de todos los deberes”, han de despojarme de todas mis flaquezas y todos mis deseos.

  – Entonces… Nada puedo esperar.

  – ¡No Minaya! ¡No!- su voz trémula arañó los goznes de mi alma- No diré nada más. Mirad allí, a lo lejos. ¿No son esos los muros de Valencia?

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   Ahora estoy demasiado viejo, demasiado cansado. ¿Por qué no la llevé conmigo cuando murió Rodrigo? ¿Por qué no aproveche ese momento de debilidad en la inexpugnable fortaleza de su deber?

  Sus últimas palabras, antes de que nos separáramos para siempre, atormentan ahora mis últimas horas de viejo moribundo: “ Oh Minaya, Minaya! ¡Qué dura ha sido la batalla de mi vida! Una suma de obediencias ciegas, de soledades interminables, de deberes cumplidos, de deseos sepultados, de silencios de piedra. “Y vos bien sabedes que ya non puedo más…”. ¿Por qué no la abracé en aquel momento? ¿Por qué la dejé sola en valencia manteniendo con su sacrificio el gran feudo del ya mítico Rodrigo? ¿Por qué dejamos escapar la felicidad como se deja escapar un gorrión asustado de entre las manos?

  Y ahora que la Muerte igualadora viene a buscarme, me atormenta la idea de que sin ella no he vivido realmente. Rodrigo Díaz… ¡Él me dio la fama, la gloria … pero me arrebató la felicidad! Sólo espero que allá en la morada eterna, sea mi cabeza la que descanse sobre el pecho de Ximena, y sean sus labios de espuma los que me den la ansiada paz.

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Este texto fue una experiencia didáctica de hace un tiempo. Pretendía escribir textos basados en personajes femeninos aparentemente secundarios de la historia de la literatura. A mis alumnos de aquel tiempo siempre les gustó esta historia .Va por ellos.

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Las ilustraciones son de Ana C. Martín. A ella le estaré, siempre,  sinceramente agradecida.

El espejo roto

 

A veces me siento así, como un espejo roto. Intento recomponer los pedazos, y al intentar buscar mi rostro entre los fragmentos desiguales, el espejo me devuelve una suerte de retrato cubista que en nada se parece a mi verdadero rostro .
Viejos amigos, falsas esperanzas, expectativas huecas y efímeros abrazos, todo yace a mis pies como un espejo roto. Y ya no puedo recuperar, ni tan siquiera, las ganas de tener otro nuevo …
Aceptar, aceptarse, en esta sucesión de momentos posibles que es la vida. Tal vez sea la clave para sobrevivir a los naufragios, y a los fracasos, y a los intereses creados, y a las puertas cerradas, y a los largos silencios, y a las ganas terribles de tirar todas las toallas, y a los espejos rotos … (hechos añicos sobre el mármol frío).